Escuchar
En este mes de febrero quiero reflexionar en especial sobre el tema de la amistad.
Cuando somos pequeños, nuestros padres nos inscriben a un kinder para aprender cosas pero sobre todo para socializar, saber convivir con otros niños y tal vez hacer amigos. Este proceso de socialización es continuo pasando por el colegio, la universidad, el trabajo, los clubes deportivos o de lectura entre otros. Es así como creamos nuestro círculo social y entonces conocemos a varias personas que aportan a nuestras vidas diferentes experiencias. Estas personas pueden ser para nosotros conocidos, compañeros, cuates o amigos, al igual que nosotros para ellos.
Encontrar un amigo es algo difícil, ya que un verdadero amigo es aquel con el que compartimos travesuras, diversiones, aficiones, dificultades, tristezas, valores, metas, secretos, deseos, miedos, etc… y de quien esperamos verdad, lealtad, apoyo, reciprocidad, valor para disentir y generosidad en el perdón.
Mi mamá siempre me decía que los verdaderos amigos en la vida se cuentan con los dedos de una mano y te sobran dedos. Con el paso de la vida y la experiencia ganada tengo que reconocer que mi mamá tenía razón.
Es por eso que hoy agradezco a Dios el tener contados tesoros. Porque eso son los verdaderos amigos: grandes tesoros que cuidar y valorar.
Tengo la fortuna y el privilegio de contar con una amistad de más de 47 años, según ella son más, pero eso no es tan importante. Hemos compartido toda nuestra vida, desde los juegos infantiles, los sueños adolescentes, los noviazgos, la elección de carrera, la decisión de casarnos, la espera de nuestros hijos hasta los pleitos donde nos dejábamos de hablar, las reconciliaciones, los momentos tristes, la decisiones difíciles que tuvimos que tomar, las mudanzas a otros países y la muerte de nuestros padres. Nos hemos convertido en más que amigas… en hermanas del alma.
Y también hay momentos en que los caminos nos separan y no es fácil de manejar. Para una es una gran aventura, donde será lo mejor para ella y su familia sin duda alguna y para otra hay un gran duelo de ya no tenerla tan cerca físicamente, de que no esté tan a la mano, de que el poder darnos un abrazo esté a 10,000 kilómetros.
Gracias a la tecnología sabemos que ésta hará la distancia menor y que seguiremos en contacto frecuente, aunque esa tecnología no puede proveer el calor del abrazo, o el sabroso sentimiento compartido de alegría de una larga plática con un café.
Querida amiga en estos momentos quiero volverte a decir que te admiro, que te agradezco todo este tiempo juntas, todos tus consejos, tu ayuda, tu apoyo, todas las carcajadas compartidas, los abrazos y las lágrimas. Por esos cafés interminables donde no parábamos de hablar de nuestras preocupaciones o temores tratando de encontrar soluciones a los problemas o recordando alguna anécdota del pasado o del presente. Gracias por tu gran escucha, por tus sinceras respuestas. Gracias porque me enriqueces como persona de forma inconmensurable. Gracias por todo lo que vivimos y por todo lo que nos falta por compartir. Gracias ante todo por estar ahí.
Ahora tu nueva aventura, me da nuevos objetivos. A trabajar duro para un dia visitarte y retomar donde nos quedamos, que será el día anterior.
Y tú querido lector, ¿tienes el privilegio como yo de tener una amistad así? Si sí, te felicito y te invito que la sigas cuidando. Si todavía no, sigue buscando porque seguro que encontrarás un tesoro maravilloso como el que tengo yo.
