En el corazón del sureste europeo se esconde Moldavia, una nación con una identidad peculiar forjada por siglos de influencias imperiales. Su idioma principal es el rumano, aunque una parte significativa de la población habla ruso. La arquitectura brutalista de la era soviética domina sus ciudades, mientras que el vino es venerado y los monasterios ortodoxos sorprenden por su belleza.
Lo más atractivo para los viajeros es el costo de vida excepcionalmente bajo. Se puede recorrer el país con un presupuesto diario inferior a 20 euros, con opciones de alojamiento desde 8 euros la noche y comidas deliciosas por tan solo 3 o 5 euros. El transporte público, como las «marshrutkas», es económico, facilitando la exploración de sus diversos atractivos.
Chisináu, la capital, exhibe un legado arquitectónico soviético interesante, con lugares destacados como el Arco del Triunfo y la Catedral de la Natividad. Sin embargo, la verdadera riqueza de Moldavia se encuentra fuera de la ciudad, en lugares como la fortaleza medieval de Soroca y los monasterios de Churchi, Tipova y Saharna. El monasterio de Orheiul Vechi, con su historia milenaria excavada en cuevas, es un imperdible.
Una visita a la región de Transnistria ofrece una inmersión en la nostalgia soviética, con su propia moneda y una atmósfera que evoca otra época. Finalmente, los amantes del vino disfrutarán descubriendo bodegas como Cricova y Milestii Mici, hogar de las bodegas subterráneas más grandes del mundo y una impresionante colección de vinos, todo a precios muy accesibles.