Durante los últimos tres siglos, la economía global ha operado bajo un modelo lineal, caracterizado por la extracción de recursos, producción masiva, consumo y desecho de productos. Aunque este enfoque ha generado beneficios económicos, también ha provocado un enorme impacto ambiental y social. Juan Marín Gracia, experto ambientalista y director de Calidad y Medio Ambiente en Red Ambiental, enfatiza que, si bien la conciencia sobre estos temas ha crecido, aún es crucial acelerar la transición hacia la economía circular para lograr un cambio profundo y efectivo. «La sociedad y el sector privado comienzan a entender el impacto que la actividad económica tiene sobre el medio ambiente y la sociedad, pero falta mayor compromiso e involucramiento», afirma. Tanto las empresas como los consumidores deben priorizar el diseño, la producción y el consumo de productos que puedan reincorporarse fácilmente en un ciclo de valorización, minimizando así la generación de residuos.
La economía circular se sustenta en tres pilares esenciales. El primero es la colaboración, que busca fomentar un ambiente cooperativo donde los desechos de una entidad sean útiles para otra, maximizando el aprovechamiento de materiales y recursos. El segundo pilar es la visión sistémica, que implica comprender la interconexión de los sistemas, como la relación entre el consumo de agua, la salud de los bosques y la calidad del aire, para gestionar los recursos de manera integral. El tercer pilar es el diseño para la circularidad, que exige concebir productos desde su origen para facilitar su reutilización directa o su reincorporación al mercado de materiales valorizables, lo que implica elegir materiales reciclables, minimizar embalajes y facilitar el desmontaje.
El destino final y el impacto de un producto en la sociedad dependen en gran medida de su capacidad de ser valorizado. Materiales como el PET y el aluminio gozan de altas tasas de reciclaje debido al interés social en su recuperación, mientras que otros, como el vidrio, enfrentan mayores dificultades. Marín Gracia subraya que, en la economía circular, «el residuo es simplemente un recurso ubicado en un lugar incorrecto». Este modelo no solo beneficia al medio ambiente, sino que también ofrece oportunidades de rentabilidad para las empresas que a menudo se ignoran. El especialista afirma que «la rentabilidad no debe estar peleada con la economía circular ni con la sostenibilidad», lo que implica que todas las compañías pueden adoptar prácticas circulares para reducir la necesidad de extraer nuevos materiales y potenciar el aprovechamiento de los ya utilizados.