La Ciudad de México vive una de sus etapas más violentas en años recientes. Durante los primeros días de junio se han registrado asesinatos brutales, como el hallazgo de tres cuerpos —dos decapitados— en Milpa Alta, un cadáver arrojado desde una camioneta en Gustavo A. Madero, y un doble homicidio por arma de fuego en Iztapalapa. Estas escenas reflejan una espiral de violencia que ha envuelto a la capital, antes considerada relativamente a salvo del narcotráfico.
Pese a que autoridades como el secretario de Seguridad, Pablo Vázquez, sostienen que los niveles delictivos están controlados, los datos oficiales cuentan otra historia. Entre enero y abril de 2025, se contabilizaron 6,571 víctimas de delitos graves, cifra ligeramente superior a la del mismo periodo de 2024. Peor aún, delitos como homicidio, secuestro, extorsión y narcomenudeo muestran incrementos alarmantes de hasta 300% en algunos casos.
Desde octubre pasado, la capital ha sido escenario de al menos seis asesinatos múltiples y numerosos ataques directos, no solo contra presuntos criminales, sino también contra figuras públicas. Entre las víctimas más recientes se encuentran Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores cercanos del gobierno local, asesinados el 20 de mayo.
Francisco Rivas, del Observatorio Nacional Ciudadano, advirtió que el crimen se ha vuelto más sofisticado y rentable. Mientras tanto, la fragmentación de grupos criminales ha aumentado: de 40 bandas identificadas en 2020 se ha pasado a 62. En este nuevo panorama criminal se incluyen organizaciones de alcance nacional y transnacional, como el Tren de Aragua, de origen venezolano, lo que revela una transformación profunda y preocupante de la delincuencia en la capital mexicana.