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Un museo de ciencias tiene un impacto significativo en diversos aspectos culturales, educativos, sociales y económicos en una ciudad y región donde se ubique. Esta premisa motivó a un grupo de ciudadanos de Ensenada, a fines del siglo pasado, para construir el Centro Científico y Cultural de Ensenada, mejor conocido como Museo Caracol. Este proyecto se diseñó con la idea de mostrar a mexicanos y extranjeros las maravillas naturales de la Península de Baja California; no solo para admirarlas, sino también para preservarlas, así como para fomentar vocaciones científicas en niños y jóvenes de la comunidad y dar a conocer la investigación científica que se realiza en nuestro municipio. Por ello, es justo decir que Caracol complementa la educación formal que reciben los niños y jóvenes en sus escuelas, al proporcionarles exhibiciones y explicaciones que enriquecen su conocimiento sobre las características geológicas, biológicas, oceanográficas y físicas de la Península. Por ello, los tres ejes temáticos del Museo son: la tierra, el mar y el cielo de Baja California, y su interacción con el hombre. Al promocionar la cultura científica, Caracol ayuda a construir una sociedad más informada y capaz de tomar decisiones basadas en el conocimiento. Por ello, el recinto sirve como punto de encuentro para debates, talleres y conferencias, fortaleciendo la vida cultural de la ciudad. Asimismo, el Museo se convierte en un atractivo turístico que incrementa el interés por conocer la entidad, atrayendo a visitantes interesados en conocer las áreas naturales de Baja California; lo que, a su vez, ayuda a mejorar la economía de la localidad.
El Museo es un proyecto inacabado, que tiene más de 25 años de trabajo ininterrumpido de un voluntariado que ha resistido, resilientemente, a todas las adversidades y carencias económicas. Empezamos el proyecto como una utopía o quimera, al no contar con recursos para su construcción. Si embargo, con algunos apoyos de los gobiernos estatal y federal, y de particulares (muy pocos, por cierto), así como con diversas donaciones extranjeras, pudimos conseguir el comodato de un terreno en la zona federal de la ciudad, recursos para diseñar la museografía y construir su edificio, así como para montar su primera exhibición (la Sala de la Tierra), empezar la segunda (la Sala del Cielo y Planetario) y esbozar la tercera (el Acuario y Sala del Mar).
Ahora, con la ayuda del Museo Americano de Historia Natural (Nueva York) y del Museo del Trompo (Tijuana), a partir del 21 de junio estrenaremos una nueva exhibición: Dinosaurios entre nosotros, que muestra la conexión ininterrumpida entre estos animales que dominaron el planeta hace 170 millones de años y las aves modernas, que todos conocemos (como los colibríes y las gallinas). Las aves son dinosaurios, y descienden del grupo de los terópodos, que eran carnívoros bípedos (como el Velociraptor o el Tyrannosaurus rex). Este grupo incluye especies que, con el tiempo, desarrollaron: plumas (que les permitió volar), huesos huecos (que aligeraron el cuerpo), un esternón reforzado y modificaciones en las extremidades delanteras (para desarrollar alas), cerebros más grandes y sentidos más agudos. El fósil más famoso que muestra esta transición es el Archaeopteryx, del Jurásico tardío, que tenía características de dinosaurio (cola ósea, dientes) y de ave (plumas, capacidad de planear o volar). Los dinosaurios emplumados fueron lo únicos que sobrevivieron de los efectos que tuvo el
meteorito que impactó la península de Yucatán, hace aproximadamente 66 millones de años, y que ocasionó la extinción de una gran cantidad de especies.
La exhibición Dinosaurios entre nosotros mostrará las distintas características, hábitats y comportamiento de estos animales prehistóricos, dando especial atención a los dinosaurios que habitaron la Península, como el caso de la Labocania anómala, que era carnívoro y que medía cerca de seis metros de largo por dos metros de alto. La exhibición, diseñada por el Museo Americano de Historia Natural, se complementará con cuatro animatrónicos (uno por cada tipo de dinosaurio) de tamaño real, construidos en China, que simulan los movimientos y sonidos que emitían estas especies.
Es responsabilidad del Estado construir museos y espacios públicos que ayuden a difundir la cultura y a preservar la naturaleza. Sin embargo, cuando éste incumple con su responsabilidad, la sociedad civil organizada tiene que hacerlo, con el único activo que tiene: la aspiración y voluntad por tener un mejor lugar donde vivir. Caracol es un gran ejemplo de compromiso social y tenacidad. Ojalá y las autoridades lo entendieran y nos apoyaran pues, después de un cuarto de siglo, apenas vamos a la mitad del camino.