Durante la pandemia, el confinamiento convirtió al hogar en epicentro de actividades nocturnas: videollamadas, plataformas de streaming y chats sustituyeron reuniones en bares o cafés. Estudios como The Rhythms of the Night evidenciaron que el uso de apps por las noches se disparó, sobre todo entre las 8 p. m. y la 1 a. m., cambiando la forma de socializar de millones de personas.
Sin embargo, este giro digital trajo consecuencias emocionales. Investigaciones de Harvard y otros centros académicos señalan que la falta de contacto físico intensificó la soledad, especialmente en jóvenes y adultos mayores. Aunque entretenerse online resulta cómodo, no logra sustituir la calidad de las relaciones presenciales, generando lo que algunos llaman “soledad disfrazada de conexión”.
Además, el hogar asumió múltiples roles: oficina, gimnasio y sala de ocio en una misma jornada, lo que ha difuminado los límites entre descanso y actividad. Según RADARbase, durante los confinamientos en Europa se redujeron los desplazamientos y creció el uso de redes y apps de mensajería, provocando una sobrecarga mental y una rutina monótona.
Frente a este escenario, expertos proponen rescatar los “terceros espacios” —cafeterías, parques y lugares de reunión informal— que fortalecen el tejido social. Iniciativas como “Chatty Café Scheme” o la idea de una “third life” invitan a retomar encuentros cara a cara, equilibrando la comodidad del hogar con interacciones reales. Así, la clave para evitar el aislamiento radica en combinar ocio casero con momentos de convivencia auténtica.