La Cumbre del Grupo de los Siete (G7) en Canadá, celebrada entre el 15 y el 17 de junio de 2025, representó un punto de inflexión para la cooperación internacional en un escenario geopolítico cada vez más fragmentado. Desde su fundación en 1975, el G7 ha evolucionado de un foro informal a un instrumento clave para coordinar respuestas a desafíos globales, desde el cambio climático hasta los conflictos armados. Sin embargo, la edición de 2025 estuvo marcada por profundas divisiones internas, especialmente entre Estados Unidos y sus socios europeos, en temas como la guerra en Ucrania y la regulación de tecnologías emergentes.
El período de 2023 a 2025 ha sido particularmente convulso, con la continuidad del conflicto ruso-ucraniano, la escalada de tensiones entre Irán e Israel, y el retorno de Donald Trump a la escena global. Estos factores han resquebrajado consensos previos y han puesto en tela de juicio la eficacia del G7 como motor de liderazgo global. Además, la creciente influencia de foros como el G20 y los BRICS ha relativizado el peso del G7, planteándole un reto existencial: demostrar su capacidad de incidencia real en un mundo multipolar y en constante transformación.
Un elemento novedoso de esta cumbre fue la inclusión de México, Brasil e India como países observadores. Esta invitación no fue casual; el G7 busca legitimarse en un orden internacional más representativo, donde las decisiones globales no provengan exclusivamente del norte geopolético. Para México, la presencia de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo reviste un valor particular en términos de oportunidad diplomática, económica y simbólica. Su asistencia marca su primer acercamiento directo con homólogos clave como el primer ministro canadiense Mark Carney y el presidente Donald Trump, en un momento crucial.
La participación de Sheinbaum cobra especial relevancia ante el inminente inicio de las revisiones del Tratado México–Estados Unidos–Canadá (T-MEC), programadas para octubre de 2025, que requieren una fase previa de diplomacia técnica y política. En un contexto de tensiones con Estados Unidos por temas migratorios, el tráfico de fentanilo y diferendos comerciales, esta Cumbre ofreció un canal valioso para relanzar el diálogo al más alto nivel. La imagen de México como socio propositivo, dispuesto a colaborar en temas como la transición energética, la innovación tecnológica y la reforma de las cadenas de suministro, puede contrarrestar las narrativas proteccionistas y posicionar a Sheinbaum como una líder con visión global, abriendo posibilidades de cooperación en áreas clave para su gobierno.