La tercera mayor entidad cotizada de Francia, Société Générale, anunció que cerrará 101 sucursales en su red de banca minorista en el país a lo largo de 2026, según un comunicado del sindicato CGT.
Este ajuste responde a una consolidación que ya había eliminado aproximadamente 600 oficinas desde 2020, cuando la red alcanzaba unas 2 100, y hoy se sitúa en torno a 1 450 locales.
A primera vista, la medida forma parte de la estrategia de reducción de costes y refuerzo de eficiencia que el CEO Slawomir Krupa ha empujado desde que asumió el cargo.
Sin embargo, el movimiento plantea críticas importantes: ¿está el banco sacrificando su presencia física y cercanía al cliente en un momento en que las entidades financieras buscan reforzar su digitalización y confianza del público?
Las implicaciones operativas para los clientes —especialmente los de zonas rurales o menos digitales— y para el mercado laboral local también son significativas: una reducción continuada de la red puede erosionar la visibilidad de la marca y la capacidad competitiva frente a alternativas más ágiles.
Desde el punto de vista crítico, aunque el ahorro de costes es indudable, la estrategia podría debilitar al banco al abandonar parte de su huella territorial. Esto podría afectar la captación de clientes de menores ingresos o menos digitalizados, abriendo una brecha en el servicio y una posible pérdida de cuota en segmentos menos atendidos.
En un entorno de tipos altos, competencia creciente y expectativas de retorno al accionista exigentes, el cierre de sucursales representa una apuesta razonable por eficiencia, pero también un riesgo estratégico: resignar presencia real por ahorro digital no siempre garantiza mayor fidelidad ni crecimiento sostenible.



