El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado que ningún funcionario de su administración asistirá a la próxima Cumbre de Líderes del G20 en Sudáfrica. Esta decisión de alto perfil subraya la postura de aislacionismo económico de la actual administración y ha generado incertidumbre crítica sobre la capacidad del foro para abordar los desafíos financieros y geopolíticos globales de manera coordinada.
La ausencia de EE. UU., la economía más grande del mundo, impacta directamente la eficacia de las negociaciones en un momento en que el G20 es crucial para debatir temas como la reforma de las instituciones financieras internacionales (FMI y Banco Mundial), la estabilización de la deuda global y la coordinación de políticas comerciales en medio de una escalada de aranceles.
Desde una perspectiva financiera, la decisión de Trump es vista por analistas como una erosión del multilateralismo. La coordinación de políticas, que históricamente ha sido fundamental para prevenir crisis sistémicas (como la de 2008), se vuelve casi imposible sin la participación del Tesoro y del Departamento de Estado estadounidenses. Esta falta de compromiso en el foro más importante de cooperación económica global podría desincentivar la inversión transfronteriza y aumentar el riesgo geopolítico.
La cumbre, que se centrará en el crecimiento sostenible y la inclusión financiera en África, ahora enfrenta el desafío de avanzar en sus objetivos sin el respaldo activo de un actor financiero clave. Los países anfitriones y los socios comerciales de EE. UU. temen que la política unilateral prevalezca sobre los acuerdos multilaterales.
