El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha realizado una serie de importantes inversiones en renta fija, comprando al menos $82 millones de dólares en bonos corporativos y municipales entre finales de agosto y principios de octubre de 2025. Este movimiento, revelado en declaraciones financieras, se suma a los más de $100 millones en bonos que adquirió desde su regreso a la presidencia en enero.
La naturaleza de las compras ha generado un intenso escrutinio. Los informes indican que Trump adquirió bonos de Intel después de que su propia administración facilitara la compra de una participación en la empresa de tecnología, un sector fuertemente beneficiado por subsidios y desregulación, como la Ley CHIPS. Esta práctica subraya la delicada línea ética entre las decisiones de gobierno y el enriquecimiento personal.
Desde una perspectiva crítica, la inversión de Trump en bonos de industrias que reciben apoyo directo de sus políticas genera preocupación por posibles conflictos de interés. El dinero invertido en bonos corporativos y municipales, incluyendo el sector de la energía tradicional, se beneficia de un entorno regulatorio y fiscal favorable impulsado por su administración.
La cartera de inversiones del presidente, que se concentra en renta fija para estabilidad y liquidez, también incluye bonos del Tesoro de EE. UU. Sin embargo, la selección específica de bonos corporativos y la simultaneidad de las inversiones con las decisiones políticas refuerzan el argumento de que el «Trump Trade» se centra en sectores cíclicos y financieros que prosperan bajo la desregulación.
