El fuerte impulso de las acciones tecnológicas ligadas a inteligencia artificial ha llevado a muchos inversionistas a reconfigurar sus carteras, reduciendo la exposición a instrumentos tradicionales como la renta fija. Sin embargo, analistas de Wells Fargo advierten que esta estrategia podría aumentar los riesgos estructurales en el mediano plazo y comprometer la solidez del portafolio en escenarios de alta volatilidad.
Desde 2022, la relación histórica de descorrelación entre bonos y acciones —donde los primeros operaban como refugio en tiempos de caída bursátil— se ha debilitado. Ese año marcó un cambio clave: bonos y acciones sufrieron pérdidas simultáneas, reduciendo la efectividad de la renta fija como instrumento de diversificación. La correlación a largo plazo entre ambos activos ha aumentado, con más episodios recientes donde sus precios se mueven en la misma dirección.
Pese a ello, los estrategas de Wells Fargo, incluida la analista Veronica Willis, recomiendan no abandonar por completo la renta fija, y sostienen que aún cumple un papel fundamental dentro de carteras equilibradas. También sugieren que, ante el entusiasmo generalizado por la IA, los inversionistas no concentren su exposición solo en grandes tecnológicas estadounidenses, sino que diversifiquen hacia otras geografías, sectores e incluso clases de activos.
Entre las alternativas, destacan estrategias del tipo event driven —como arbitraje de fusiones en el sector tecnológico—, así como inversiones en capital privado, deuda privada e infraestructura asociada al desarrollo de IA, como centros de datos. Estas opciones permiten aprovechar el crecimiento del ecosistema IA sin asumir exclusivamente los riesgos bursátiles públicos.
Finalmente, los analistas subrayan que los commodities pueden cumplir una doble función: aportar diversificación estructural y ayudar a mitigar la volatilidad de mercado, particularmente en fases de ajuste monetario o incertidumbre geopolítica.
En síntesis, el auge de la inteligencia artificial ha modificado las dinámicas tradicionales de inversión, pero una estrategia sólida debe seguir alineada con los perfiles de riesgo, objetivos de retorno y criterios de resiliencia de largo plazo. La diversificación no es una moda, sino un principio básico que —incluso en tiempos de disrupción tecnológica— mantiene plena vigencia.



