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El día de hoy comienza el final de las, tan esperadas por muchos, vacaciones de Semana Santa y Pascua. Estos días normalmente son aprovechados por los niños, jóvenes y adultos para reflexionar, salir de la rutina, descansar e inclusive viajar. Normalmente cuando escuchamos la palabra “vacación” nos sentimos emocionados e imaginamos un momento de relajación y disfrute.
Sin embargo, en una realidad como la que se vive en nuestro país, es necesario que seamos conscientes de que las vacaciones no son para todos una buena noticia y para muchos la palabra “vacación” evoca un profundo sentimiento de miedo e inseguridad.
La asociación Infancia Libre de Abuso Sexual (ILAS) declaró que el riesgo de abuso sexual infantil aumenta 30% en los periodos vacacionales, por lo que son miles los niños y niñas que temen la llegada de las vacaciones.
Hemos de recordar que México es el país con mayor incidencia de abuso sexual infantil entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con más de 4.5 millones de menores afectados anualmente.
Igualmente, alrededor de 17 mil menores son explotados sexualmente en nuestro país de acuerdo con cifras del DIF nacional; a esto merece la pena resaltar que este delito se comete principalmente en destinos turísticos.
Lo cierto es que no existen palabras que describan lo terrible, aterradora e inaceptable que es esta realidad.
En este mismo espacio he dicho ya en varias ocasiones que la obligación del Estado es proteger como prioridad a aquellos más vulnerables, siendo éstos aquellos que no pueden defender sus derechos por sí mismos, supuesto que incluye e incluirá siempre a las y los menores.
Lo cierto es que el Estado no ha hecho frente a esta realidad de manera contundente y eficiente; es evidente que continua sin garantizar a las y los menores una vida próspera, sana, libre y sin violencia.
Esta realidad no puede agobiarnos y ya. Este país es de todos y todas, y no podemos permitir que nos digan que todo va bien, que ya no hay violencia y que los niños y niñas son libres y sanos, además de una prioridad en la agenda pública, cuando millones de menores viven un infierno sin tener voz para gritar.
Es cierto que el gobierno no ha hecho de manera correcta lo que le corresponde, pero también es cierto que nosotros como ciudadanos y ciudadanas, como adultos y adultas le estamos fallando a la infancia y adolescencia de nuestro país. No solo no estamos exigiendo a las autoridades una respuesta y solución a esta problemática con la fuerza y consistencia que amerita, sino que tampoco estamos asumiendo la parte social de la solución que nos corresponde.
Vivimos en un país en el que hemos normalizado las cifras grandes y rimbombantes, y en el que hemos normalizado la violencia. Simplemente no podemos permitirnos que eso siga así. Detrás de cada cifra hay una vida, un alma que reclama justicia cuya voz debemos escuchar y potenciar. A veces creemos que 1 es un número pequeño y quizás lo sería si habláramos de solo números, pero estamos hablando de vidas. Una vida es un mundo. ¿Te parece poco la destrucción de un mundo entero? No nos equivoquemos, 1 es un número sumamente grande.
Debemos prestar más atención a esta realidad, mantenernos informados, acercarnos a las fundaciones para ayudar aunque sea compartiendo la información, denunciar ante las autoridades si es que sabemos que algún menor está siendo víctima de este delito y sí, por supuesto que ser mucho más exigentes con nuestros gobiernos, asegurarnos de que hagan lo que les corresponde y no permitir bajo ninguna circunstancia que nieguen esta realidad; en otras palabras que nieguen el sufrimiento de millones de menores a los que se les está dando la espalda.
La infancia nos necesita, no los abandonemos. No basta con solo preocuparnos y reconocer la gravedad de este problema, tenemos que actuar hoy. Espero que estás palabras sean más que una columna, espero que sean una verdadera invitación al cambio, y a la acción.
Una vez más, los actos de gobierno y las políticas siempre tienen dos caras de la moneda y un impacto más profundo de lo que parece. Te invito a que juntos continuemos este análisis dual.