Una fuerte tensión se vivió dentro de Tesla cuando Elon Musk negó públicamente que la compañía hubiera cancelado el desarrollo de un vehículo eléctrico económico, conocido informalmente como “Model 2”. Según fuentes cercanas, varios ejecutivos estaban al tanto de que el proyecto había sido abandonado semanas antes y se mostraron perplejos ante la desmentida del CEO, publicada en su red social X.
El anuncio original de Reuters, fechado en abril de 2024, indicaba que Tesla había descartado el desarrollo del modelo de $25,000 para enfocarse en su iniciativa de robotaxis autónomos. Musk respondió de inmediato afirmando que “Reuters miente”, lo que generó una recuperación parcial en el valor de las acciones tras una caída inicial. Sin embargo, internamente, directivos preguntaron a Musk si había cambiado de opinión, pero recibieron respuestas evasivas que confirmaban el estancamiento del proyecto.
La ambigüedad sobre el Model 2 no solo generó incertidumbre entre proveedores e inversionistas, sino también preocupaciones legales. Algunos altos cargos temieron que la negativa de Musk a admitir la cancelación pudiera considerarse engañosa para el mercado, un tema sensible dada su historia con la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU. (SEC). En 2018, Musk ya había enfrentado sanciones por un tuit que alteró el valor bursátil de Tesla.
En paralelo, el estancamiento del Model 2 y el retraso de nuevos modelos ha dejado a Tesla con un portafolio envejecido, lo que se ha traducido en una caída en las ventas. Mientras tanto, su competidor chino BYD ha ganado terreno rápidamente, superando a Tesla en ventas de vehículos eléctricos en Europa por primera vez. Su modelo Seagull, con un precio inferior a los $10,000 en China, se ha convertido en símbolo de la revolución de la movilidad asequible, algo que Tesla, al menos por ahora, no ha podido concretar.
