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Después de leerla, resulta difícil creer que la carta enviada ayer por Donald Trump al presidente Luiz Inacio Lula da Silva, informándole que las exportaciones de Brasil a los Estados Unidos estarán sujetas a un arancel del 50% a partir del 1º de agosto, no sea un meme. La mala redacción, el uso de mayúsculas y de signos de admiración y la pobre estructura del documento hacen pensar que se trata más bien de un mensaje publicado en alguna red social y no de una comunicación oficial entre los líderes de dos de las diez economías más grandes del mundo.
Sin embargo, el tema que más preocupa es que Trump quiera justificar la aplicación de este arancel -de los llamados recíprocos- en buena parte por el juicio que se sigue al expresidente Bolsonaro, a quien Trump considera su amigo, por encabezar un intento de golpe de estado que impidiera que Lula asumiera el poder tras su victoria en 2022. El juicio autorizado en marzo por el Supremo Tribunal Federal de Brasil incluye a siete miembros del gobierno de Bolsonaro, tres de los cuales eran generales del ejército: Augusto Heleno, ministro de la Oficina de Seguridad Institucional, Paulo Sérgio Nogueira, ministro de Defensa, y Braga Netto, ministro de la Casa Civil.
La carta de Trump establece un precedente inédito y peligroso al querer justificar la aplicación de un arancel en base a las condiciones internas de la política de otro país, similar a las sanciones que Estados Unidos, la Unión Europea y otros países implementaron contra Rusia luego de la invasión de Ucrania en febrero de 2022. A la fecha, no existe una justificación en las leyes comerciales de Estados Unidos o en los textos de la Organización Mundial del Comercio que justifiquen esta medida. A pesar de varios intentos, hoy en día no hay un tratado comercial entre estos dos países.
Por otro lado, Trump cita en la carta como otro motivo del arancel del 50% la “muy injusta relación comercial generada por las políticas arancelarias y no arancelarias y las barreras comerciales de Brasil,” cuando las cifras oficiales del gobierno estadounidense muestran que durante los primeros cinco meses del año Estados Unidos tuvo un superávit comercial superior a los 3,200 millones de dólares, el sexto más grande entre los 232 países con los que tiene relaciones comerciales. El año pasado, el superávit con Brasil fue de 7,350.7 millones de dólares, el séptimo más grande.
En el último párrafo de la carta, Trump dice que si Brasil abre a Estados Unidos sus “cerrados mercados comerciales” quizá considere un ajuste al arancel. El gobierno de Biden se quejó en varias ocasiones de lo que consideró un trato injusto a ciertos productos, como el etanol, al que se le aplica un impuesto del 18%; el impuesto a la caña de azúcar importada del 19.5%, superior al de la cachaca doméstica del 16.25%; y el cierre de los mercados de carne de puerco y de productos remanufacturados. Sin embargo, los esfuerzos realizados por la Representante Comercial Katherine Tai no tuvieron éxito.
Estados Unidos es el segundo socio comercial de Brasil, con un comercio total – la suma de exportaciones más importaciones – de 81,021 millones de dólares en 2024, después de China, con un comercio total de 158,008 millones de dólares. El resto de los diez principales socios comerciales lo conforman Argentina (27,355 millones), Alemania (19,630), Holanda (14,026), España (13,947), México (13,569), Rusia (12,415), India (12,123) y Chile (11,610).
La carta a Lula da Silva se puede interpretar como la primera reacción de Trump a la reunión del grupo de los BRICS – Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos e Indonesia – celebrada el fin de semana en Río de Janeiro. Con el apoyo de Xi Jinping, el grupo busca posicionarse como la alternativa al G-7 y, entre otros temas, sustituir al dólar como la principal divisa a nivel internacional. Sin embargo, aunque las principales propuestas del grupo tienen el consenso general, las diferencias ideológicas han impedido su implementación.
Morena ha coqueteado con la idea de que México ingrese al grupo de los BRICS, en respuesta a los acercamientos de Rusia y China. Pero el gobierno tiene que considerar las consecuencias de dicha decisión, incluso estrechar la relación con este grupo con el que, a excepción de China, no tenemos relaciones comerciales y en muchos casos, como Brasil, son mercados muy proteccionistas. El futuro comercial de México va más allá de decidir entre el TMEC o los BRICS.