Los responsables de la economía mundial, incluyendo ministros de finanzas y banqueros centrales, se reúnen en Washington a partir de este lunes para las Reuniones Anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). El encuentro, que se celebra del 13 al 18 de octubre, arranca bajo un tono profesional, pero con una evidente preocupación crítica por la fragilidad del sistema económico global.
La agenda está marcada por la urgencia de abordar dos riesgos sistémicos. El primero es la creciente carga de la deuda pública mundial, que pronto se espera que supere el 100% del PIB global. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ha prometido presionar a las economías del G20 para que actúen con mayor celeridad en la reestructuración de deudas de países en desarrollo, cuya capacidad de servicio se ha visto mermada por el aumento de las tasas de interés.
El segundo punto de tensión es el impacto de los aranceles impuestos por Estados Unidos. Aunque Georgieva señaló que el efecto directo ha sido «menos dramático de lo esperado», la incertidumbre generada por las tensiones comerciales sigue siendo elevada y frena la inversión, lo que amenaza con desacelerar el crecimiento económico global proyectado.
Además de estos desafíos, las discusiones también incluyen el llamamiento del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, a imponer un impuesto global del 2% a los multimillonarios para combatir la inseguridad alimentaria, añadiendo un elemento de debate sobre la gobernanza económica y la desigualdad. Estas reuniones servirán como barómetro para evaluar la salud financiera global y la capacidad de las instituciones de Bretton Woods para manejar una economía mundial que, aunque «mejor de lo temido,» sigue siendo más débil de lo que se necesita.