La escalada de medidas arancelarias entre Estados Unidos y China ha reactivado las alarmas sobre el futuro del comercio internacional y la estabilidad económica global. (Eleconomista) Mientras Washington amenaza con nuevas barreras, Pekín responde con restricciones a exportaciones estratégicas, especialmente en materias primas críticas para la industria tecnológica.
Este choque no es aislado: organismos como el Fondo Monetario Internacional advierten que el conflicto no se encuentra completamente en sus estimaciones, lo que puede expandir el margen de error en sus proyecciones. Pierre-Olivier Gourinchas, economista jefe del FMI, afirmó que este pulso deteriora aún más el panorama de inversión y empuja a los países a adoptar posturas defensivas. Los mercados financieros reaccionan con prudencia. En Asia, las bolsas sufren pérdidas tras anuncios de contramedidas chinas; en Europa, el alza del oro y la caída del petróleo reflejan el nerviosismo ante una desaceleración inminente.
Para economías intermedias como España, la tensión comercial supone un doble desafío. Al mismo tiempo que busca posicionarse como mediadora entre EE. UU. y China, impulsa acuerdos agrícolas con el gigante asiático para mitigar el impacto de represalias estadounidenses. Sin embargo, esas tácticas solo dan oxígeno temporal. Si la confrontación se prolonga, las cadenas globales podrían fragmentarse, los flujos de inversión debilitarse y el crecimiento mundial resentirse —sobre todo en economías dependientes del comercio exterior.