El martes por la mañana asistí a una reunión de trabajo en las oficinas centrales de la Institución para la cual presto mis servicios. Al terminar dicha reunión, mis compañeros de trabajo tuvieron la grandiosa idea de caminar sobre una avenida en búsqueda de sus humeantes y controvertidas bebidas para iniciar el día. El tópico principal era “qué cadena de cafeterías es mejor”. El resultado fue recorrer varias calles en búsqueda de una sucursal de una cadena local donde el tamaño de las bebidas es claro y un establecimiento del cual soy miembro “gold”, aun cuando mi bebida favorita es el té chai. En fin, a las 10:30 am exactamente salimos de dicha cadena de logo verde y, con el firme propósito de facilitar el regreso a nuestro centro de trabajo, atravesamos Paseo de la Reforma.
¿Por qué les cuento esta historia que pareciera una actividad típica de un oficinista, ejecutivo o en recientes años denominado Godín? La respuesta es simple: a esa misma hora pero al otro lado de ese lugar de placer cafetalero o aspiracional (escoja usted el bando que se ajuste a sus constructos mentales) se perpetraba un robo que pareciera una réplica de la serie de tv española «La Casa de Papel». Instantes más tarde, sobre ese mismo lado de la famosa vía, asaltaban a un joven mensajero, quien resultó herido con arma de fuego (decían los reporteros). Ambos incidentes en la zona aledaña a mi lugar de trabajo; calles que recorro de manera frecuente por trabajo o por placer pero que representan «MI zona segura»
Ese día nuestra aventura ocupó el tema principal de conversación entre amigos y familiares y pareciera ser algo que nos mantendría en una suerte de estado de nervios o vigilia, pero, por el contrario pasadas poco más de 24 horas la vida ha vuelto a su dinámica natural… a sus sonidos, a sus olores, al color grisáceo de la polución citadina y su violencia. El estado de shock había pasado.
He de reconocer que me dolió perder tan rápido mi lugar en la mesa de la gente popular pero es más doloroso aún el despertar y respirar bajo la misma atmósfera que normaliza la violencia y la delincuencia. ¿Cómo puede ser que en menos de 24 horas ya haya alguien sentado y cantando en el mismo lugar donde un día antes una persona yacía herida?, UN SER HUMANO. ¿En qué momento llegamos a esa indiferencia? Esa normalización de la violencia y el crimen parecen ser producto de un sistema de evolución y adaptación al entorno, sacado de una película futurista de ciencia ficción. Esta vez fue un robo y un asalto con violencia, pero también hay miles de mujeres y hombres desaparecidos, secuestros, asesinatos, mujeres y niños violentados y abusados…. ¡¡puf!! Demasiadas variantes y tipos de violencia en acción mientras la gente da más importancia a una marca de café.
La autora de esta opinión es Luz del Carmen Rendón, consulta su semblanza en: colaboradores, también puedes contactarla por Twitter: @LuzCarmenRendon