Alejandro Javier Saldaña Brito

En el último episodio inflacionario en la economía estadounidense, hace 17 años, los instrumentos de inversión reaccionaron de forma heterogénea. Aunque los eventos económicos nunca son idénticos, sí existen algunas lecciones que podemos derivar de dicho episodio para preparar nuestras inversiones, en caso de que la inflación no sea tan “transitoria” como se espera hoy en día.
Entre las principales causas del alza actual en la inflación, encontramos que la reapertura económica ha sido dispareja alrededor del mundo, lo que ocasionó una menor disponibilidad de algunos bienes de uso final e intermedio. Al mismo tiempo, el consumo se recuperó más rápido a lo previsto, principalmente en países donde se dieron estímulos a los hogares, además, los patrones de gasto de las personas se ajustaron a la nueva realidad, por ejemplo, demandando más productos electrónicos, en el contexto del trabajo y educación remotos. Entonces, los planes de producción de muchas empresas quedaron rebasados y, por simple ley de oferta y demanda, los precios de algunos bienes subieron.
Los bancos centrales argumentan que esta situación es temporal. Conforme se controle la pandemia, la economía mundial podrá seguir reabriendo y se irán deshaciendo los “cuellos de botella”. También es importante resaltar que el efecto de los estímulos económicos deberá desvanecerse, pues muchos países ya no los renovaron, como en los EE.UU. Entonces, la oferta podría empatar a la demanda y, todo lo demás constante, los precios deberían de bajar o, al menos, dejar de crecer.
No obstante, puede que la inflación tarde más en ceder, si la reapertura global se posterga, por el recrudecimiento de la pandemia, disputas comerciales, etc. En este escenario, cabría la posibilidad de que las expectativas de precios se desanclen o se anclen en un nivel más elevado al deseado por los bancos centrales, lo que induciría mayor persistencia en la inflación.
En julio de 2021 la inflación interanual en los EE.UU. alcanzó 5.4%, más del doble que el 2% al que históricamente apuntaba la Reserva Federal (Fed). La última vez que aquel país experimentó un episodio inflacionario, donde la variable dobló la meta de la Fed, fue entre el 2T2004 y el 2T2006. Además, en dicho periodo, el PIB se expandió arriba de su potencial, promediando 3.5% a tasa anual, situación que se espera que se repita en 2021 y 2022, pues se proyectan crecimientos de 6 y 4%, respectivamente.
Tomando en cuenta que dos eventos económicos nunca van a ser idénticos, dadas las similitudes planteadas arriba, resulta interesante analizar cómo se comportaron los mercados financieros hace 17 años para obtener algunas lecciones y complementar nuestras decisiones de inversión hoy en día, en caso de que la inflación no ceda tan rápido como se espera.
Los ganadores: mercados accionarios vieron incrementos de 13%, 55% y 82% para el S&P, países emergentes (MSCI Emerging Markets Index) y el IPyC de la Bolsa Mexicana, respectivamente; materias primas también se fortalecieron, como el oro (+44%) y el petróleo WTI (+107%). Los perdedores: los bonos del tesoro americano, con un incremento de 134 pb. en su rendimiento a 10 años, mientras que el índice dólar se debilitó 2.8%.
También hay que tomar en cuenta que la Fed, con el cambio reciente a sus objetivos, ha dado a entender que será más tolerante con la inflación, para impulsar al empleo. Entonces, el Banco Central mantendría las tasas de interés nominales de corto plazo bajas por un tiempo, pese a una inflación arriba del 2% y un rápido crecimiento económico.
Esto apoya la perspectiva para mercados accionarios, pues la expansión del PIB se reflejaría en ingresos de las empresas y las bajas tasas de interés abaratan sus valuaciones, y para algunas materias primas, que ofrezcan cobertura contra la inflación.
Ciertamente, la historia no se repite, pero nunca está de más consultarla y aprovechar al máximo sus lecciones.