Por el detalle de sus ilustraciones que las hacen parecer grabados, y por los escenarios victorianos y eduardianos con los que ambientaba sus relatos, mucha gente cree que Gorey fue un artista inglés decimonónico. La verdad es que el Sr. Edward St. John Gorey nació en Chicago en 1925.
Si no conocen su obra o su trayectoria, uno de sus trabajos más reconocidos fue la creación de la escenografía de la obra de teatro de Drácula, presentada en Broadway en 1977. Fue nominado a dos Tony –uno de los premios más importantes de teatro–; como ese año le debían el premio a otro escenógrafo, le otorgaron el galardón por mejor vestuario.
Gorey fue todo un personaje. Era anglófilo, adoraba las obras literarias de Jane Austen, y le encantaba hacer juegos inteligentes de palabras, poemas y sextetos con términos muchas veces olvidados por ser muy garigoleados y complicados. Cuando lo reclutaron como secretario militar durante la Segunda Guerra Mundial por su alto índice de coeficiente intelectual, tuvo que aprender japonés y se enamoró de la poesía y de los conceptos de armonía y wabi-sabi, encontrando la belleza en la imperfección y pasión por las obras trágicas. Estudiando en Harvard, aprendió un poco de francés, del cual hizo uso en algunos de sus libros.
Vestido con un gran abrigo de piel, collares ostentosos, un anillo para cada dedo de sus manos y tenis blancos, no se perdía ninguna función del ballet de Balanchine durante las temporadas en Nueva York. Tuvo una cabeza de momia en su clóset; su casa estaba invadida de libros y tenía muy pocos muebles; coleccionaba fotos victorianas de bebés muertos; sus más fieles amigos eran los gatos; en su cuartucho de trabajo tenía un busto de Charles Dickens que observaba a la calle; gozaba de hablar de cultura popular y de los episodios de Buffy la cazavampiros… Al final, su vida fue la cultura y el arte.
Escribió e ilustró más de 100 libros en toda su vida. Los primeros ejemplares estaban adelantados a su tiempo. Poca gente entendía su humor negro y cáustico en libros que “si eran ilustrados” debían ser para niños. ¿Por qué mataba de manera jocosa a tanto pequeño?, ¿era sádico?, ¿era sociópata?, ¿era satanista? La verdad, es que ninguna de las anteriores. Gorey era una persona normal, que vivió su infancia bastante sola debido al divorcio de sus padres, pero que se refugió en novelas victorianas y en el dibujo.
Sus primeros libros son muy difíciles –y caros– de conseguir, pero hizo varias compilaciones. La primera de ellas, Amphigorey, contiene 14 de sus primeras historias y uno de sus famosos abecedarios. El arpa sin cuerdas, La visita recordada y La niña desdichada, entre otros, son pequeñas historias existenciales; El ala oeste es una narración sin palabras de todas las cosas extrañas y paranormales que ocurren en una parte de una mansión; Los pequeños macabros es un abecedario donde de la A a la Z, se narran en verso los fatales desenlaces de niños que no tenían supervisión adulta.
Si gozan de un humor cáustico y retorcido, Edward Gorey es un autor recomendable para reflexionar y sonreír sarcásticamente. Si tienen un gusto por la ilustración, Edward Gorey fue un dibujante extraordinario que dedicaba toda su atención al detalle en cada una de las texturas de sus entornos y personajes, sólo basta ver el trabajo en todos los papeles tapiz que dibujó con meticulosa precisión y paciencia. Si disfrutan de las obras de T.S. Elliot, Jane Austen y Bram Stocker, las historias de Edward Gorey les interesarán. Y si estas razones no son suficientes, sepan, que si les gusta la obra de Tim Burton, que las obras de Edward Gorey inspiraron a este cineasta.