Carla Roel de Hoffmann

La semana pasada asistí a una conferencia dictada en la Universidad Panamericana por el Dr. Ignacio Socias, director de Relaciones Internacionales de la Federación Internacional para el Desarrollo de la Familia (IFFD, por sus siglas en inglés), acerca de la situación de la familia en el mundo.
La IFFD en una ONG que está reconocida por la ONU con estatus general de consulta. Trabaja en los cinco continentes al través de sus voluntarios en 68 países.
El Dr. Socias nos presentó algunos datos duros sobre la familia: la población mundial está envejeciendo y la tasa de reemplazo está por debajo de lo que se necesita para que las generaciones mayores reciban la ayuda asistencial que necesitan. La cantidad de tiempo que se trabaja dentro y fuera de la casa: la mujer trabaja más de siete horas, frente al hombre que trabaja poco más de seis horas en promedio, por mencionar algunos.
Me llamó la atención que el Dr. Socias dice que no podemos definir la familia. Para él, lo importante es que la familia otorgue un cuidado comprometido socialmente apoyado y capaz de ser económicamente afrontado. Ese cuidado es importante durante la infancia, en la enfermedad y en la vejez. Ese cuidado ha de ser sostenible, es decir, que beneficie a la generación actual y que perjudique menos a las generaciones futuras.
Regresando a la definición de la familia, entiendo que la realidad nos presenta distintas conformaciones de ese grupo social primario que llamamos familia, y que partiendo de lo que percibimos, nos cueste trabajo definirla.
Puedo afirmar que la familia es la célula biológica, moral y cultural de la sociedad. En ella, la persona recibe la primera identidad familiar al través de la filiación. Aristóteles decía que el hombre nace hijo. Dentro de la familia, la persona adquiere las virtudes y las capacidades necesarias para que pueda superar el egoísmo mediante la entrega positiva a los demás. Para Madinier, es el órgano de intimidad que le otorga a la persona lo más profundo de su ser que le permite tomar conciencia de sí misma y del grupo social al que pertenece. Para Franceschi, es la comunidad íntima de amor y de vida en donde la persona aprende a amar y ser amada.
¿Qué palabra se repite una y otra vez en el párrafo anterior? Persona. Se los digo a mis alumnos una y otra vez: solo podemos pensar en un sistema jurídico realmente justo si al centro se considera a la persona. De la misma manera, solo podemos afrontar el tema de la familia, a partir de la persona y sus necesidades.
La persona humana es espíritu y es cuerpo. Conoce la realidad que la rodea al través de los sentidos externos. Se conoce y se reconoce a sí misma solo frente al otro. Necesita un tú para descubrir su yo. Es un ser irreductible. Es un ser relacional, nace en familia y se desarrolla en la familia. Vive su cuerpo de modo personal, propio y distinto de los demás seres vivo y al través de él comprende el lenguaje de la existencia personal: la mirada, un gesto, revelan la interioridad superior de la persona.
Interiorizada la realidad, la conoce mediante el uso de su razón, por la que es capaz de ver lo bueno, lo bello, la verdad. Por su voluntad, tiende hacia el bien, usando su libertad. La persona es digna por el mero hecho de ser.
Como bien dijo el Dr. Socias, la salud de la familia depende de la salud de la persona. Las ideologías nos alejan de la realidad de la persona y nos impiden tratarla de manera correcta, de proteger su dignidad, de verla como un bien en sí misma. De promover políticas públicas que le permitan desarrollarse en todo su potencial. Te invito, desde tu trinchera a reflexionar sobre estas dos realidades: la persona y la familia.