10 de octubre de 2025
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OPINIÓN

Infancia manifestante

...hace falta mucho por hacer en cuanto al gobierno y las instituciones concierne; sin embargo, resulta clave que reconozcamos que como sociedad e individuos contamos con una responsabilidad y poder indescriptibles para transformar la realidad y garantizarle a todos los niños y niñas una infancia mucho más justa...
AUDIO COLUMNA
Michelle Bermúdez Betancourt

Las manifestaciones sociales son un evento que no sorprenden a ningún mexicano o mexicana. La historia política de nuestro país es, y siempre ha sido, tan compleja y fragmentada que no resulta nada complicado imaginar a una ciudadanía desesperada y obligada a salir a las calles para exigir sus derechos y manifestar su desacuerdo con una realidad específica que aqueja y asfixia.

Es posible, que esta constante presencia de manifestaciones nos haya llevado a entenderlas como una práctica “normal”, inevitable y cotidiana que, por ende, escapa a nuestra atención de reflexión. Dejando de lado así, un sinfín de detalles que vale la pena no solamente señalar sino también modificar.

El día de hoy, me quiero concentrar en sólo uno de esos muchos detalles que, personalmente, considero sumamente importante y trascendente: la participación infantil en las manifestaciones.

En México, se ha llevado a cabo un gran esfuerzo por parte de diversas instituciones ,tanto gubernamentales como no gubernamentales, organizaciones civiles, agentes internacionales, entre muchos otros más para garantizar la libertad y pleno ejercicio de derechos de todos los niños y niñas de este país. Estoy segura que no necesito mencionar que, evidentemente, hace falta mucho por hacer en cuanto al gobierno y las instituciones concierne; sin embargo, resulta clave que reconozcamos que como sociedad e individuos contamos con una responsabilidad y poder indescriptibles para transformar la realidad y garantizarle a todos los niños y niñas una infancia mucho más justa.

Como ya he escrito antes, es nuestra obligación velar y defender los derechos de todas  y todos aquellos que no pueden defender los propios por si mismos, siendo éste el caso de los niños y niñas por excelencia. A esto, vale la pena agregar que especialmente los niños y niñas no deben de tener porqué proteger ni velar por sus derechos.

La infancia debería de ser una etapa de sueños, sonrisas, prosperidad, descubrimientos, sorpresas e ilusión. Sin embargo, desafortunadamente la niñez de este país se enfrenta día con día a una realidad de olvido y violencia. Una realidad que arranca la ilusión e inocencia de las y los más pequeños. Dentro de esta etapa mágica de crecimiento, me resulta imposible concebir que sea correcto que un niño o niña se vea en la necesidad de adoptar un papel ciudadano que no le corresponde, para salir a defender sus derechos o los de aquellos y aquellas que ya no están para hacerlo.

No es exclusivo de nuestro país observar a niños y niñas siendo parte de manifestaciones y aunque muchas veces es imposible para los padres y madres dejar a sus hijos e hijas al cuidado de alguien más, para ellos poder salir a defender sus derechos; nosotros y nosotras como sociedad no debemos de romantizar ni de normalizar esa idea de “infancia manifestante”

Una manifestación trae consigo más que la visibilización de un problema, trae una marea de sentimientos encontrados, de preocupación, tristeza y desesperación, además de que muchas de ellas ponen a los menores en una situación de riesgo y mayor vulnerabilidad. Ningún niño o niña tiene porqué enfrentarse a tal situación. La presencia de menores en las manifestaciones no debería de generar aplausos en las redes sociales, ni debería de ser necesario para que comprendamos la lucha de aquellos y aquellas que nos rodean. 

La existencia de una infancia que se manifiesta contra una autoridad por la que no votó, para enfatizar la validez de las causas y sentimientos transmitidos, es solo síntoma de lo mucho que hace falta por hacer y de lo mucho que tenemos que concientizar y atender.

No podemos seguir permitiéndonos ser una ciudadanía distraída ni fragmentada, puesto que lo que no demandamos y observamos, lo están teniendo que defender ellos y ellas, los más vulnerables y a los que más les debemos.

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