Niels Rosas Valdez
Los sismos que se presentaron en los pasados días en Turquía no sólo afectaron al país transatlántico, sino a Siria, generando una crisis humanitaria de elevadas proporciones. A pesar de que la comunidad internacional ha mostrado múltiples formas de solidaridad y apoyo para ayudar a sobrellevar los estragos de este desastre natural, existe una serie de implicaciones delicadas que se generan en ambos territorios y en el globo.
Turquía ha experimentado varios terremotos en los últimos cien años, pero, de acuerdo con los reportes, no había tenido uno tan severo desde hace poco más de 80 años. Eso nos ayuda a comprender un poco más la gravedad del escenario actual. Para el caso de Siria, los sismos usualmente no figuran, pero en esta ocasión el terremoto registrado y su respectiva réplica fueron lo suficientemente fuertes como para crear problemas para el país de Medio Oriente.
En ambos lados se perdieron miles de vidas, hecho que es una tragedia que la comunidad internacional lamenta. No obstante, los dos sismos se registraron en territorio turco, por lo que los desastres se concentraron en este espacio, y ello conllevaría mayores complicaciones para tal parte. Según los reportes más recientes, se han contabilizado 41 000 defunciones; de estas, poco más de 35 000 han sido de Turquía y cerca de 6 000 en Siria. Sin duda, perder tan sólo una vida es lamentable, pero la proporción de la desgracia es asimétrica. En adición, de acuerdo con algunas notas, la pérdida para el lado turco en cuestiones materiales ronda los 84 mil millones de dólares, una cifra que muy probablemente sea más elevada que la siria, por lo que la ayuda humanitaria y económica sería más urgente de un lado que para el otro, sin menospreciar ninguna de las dos tragedias.
En torno a cuestiones domésticas, los terremotos afectan de manera diferente a estos países. Para Turquía, este desastre natural pone en entredicho al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, que sostendría elecciones en mayo, mismas que podría perder si la opinión pública se torna en su contra por un posible mal manejo de la catástrofe. Por otra parte, los sismos se efectuaron en el sur del país, un espacio de alta concentración de refugiados kurdos y sirios, por lo que esta situación podría colocarlos en una posición mucho más vulnerable que la que actualmente atraviesan.
En el caso de Siria, si bien los sismos no ocurrieron en su territorio, sí afectaron una parte de él, especialmente el noroeste, espacio en donde se encuentra Alepo. Esta ciudad es importantísima, puesto que es la capital simbólica del gobierno rebelde que se gestó a raíz de la Guerra Civil Siria. Por ende, los estragos del desastre natural podrían representar obstáculos significativos para el bando político contrincante al régimen represor de Bashar al-Ásad, aminorando sus capacidades y recursos en la batalla que todavía se pelea.
Analizando las implicaciones internacionales, una situación que podría generarse es una nueva ola de migración de turcos y sirios. El lugar de llegada puede ser variado, desde otro país de Medio Oriente hasta el lugar de destino más solicitado: Europa. Esto puede configurar un panorama más delicado, puesto que el Viejo Continente ha estado recibiendo personas refugiadas en cantidades más elevadas a las habituales desde que la Primavera Árabe estalló. Pero a raíz de la guerra entre Rusia y Ucrania, varios gobiernos han agilizado la acogida de más refugiados ucranianos, desplazando las solicitudes de asilo de personas de otras nacionalidades. Por ende, la migración desde Turquía y Siria a Europa se podría complicar.
Pero de igual manera, la gravedad del asunto afecta a Rusia y a Ucrania, y por ende a Europa. Turquía se ha configurado como un país mediador entre los beligerantes de la llamada “operación militar especial” del Kremlin que comenzó hace casi un año. Por ejemplo, el mandatario Erdogan gestionó con Moscú la posibilidad de reanudar las elevadas exportaciones de trigo ucraniano, un insumo esencial para el mundo.
No obstante, ahora lo más probable es que Turquía priorice y decida dirigir sus recursos políticos, económicos, materiales, diplomáticos, etc., a solucionar los estragos de los terremotos en su territorio, en vez de continuar con la mediación entre Rusia y Ucrania. Lo anterior no sólo afectaría a ambos países europeos, sino a todo el globo de manera directa o indirecta por las consecuencias de la guerra, que rondan desde la cuestión de seguridad hasta la comercial.
Artículo originalmente publicado en www.lalupa.mx