26 de julio de 2024 9:02 pm
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OPINIÓN

Arcimboldo y sus cabezas compuestas

…Arcimboldo fue un artista, poeta y filósofo adelantado a su tiempo. A pesar de que tenía una gran capacidad visual y artística para captar retratar caras y paisajes de manera tradicional, su mente era capaz de utilizar diferentes elementos acomodados de tal manera que creaba un bodegón que a la vez era un retrato lleno de personalidad. Con fruta, verduras…

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Cecilia González Michalak

Giuseppe Arcimboldo nació en Milán, Italia, en 1527. Su origen fue humilde, su padre se dedicaba a trabajar como vidriero elaborando vitrales, mosaicos y frescos para las iglesias lombardas. Arcimboldo, a sus 22 años, empezó a trabajar junto a su padre diseñando las vidrieras del Duomo milanés. En 1562, cuando tenía 35 años, se trasladó a Viena, para convertirse como el pintor de cámara del emperador Fernando I, y consecutivamente se mudó a Praga, para servirle a Maximiliano II y, posteriormente a su hijo Rodolfo II. Durante sus años en la corte de los Habsburgo, se dedicó sobre todo a decorar mascaradas y confeccionar trajes festivos, de donde quedan un repertorio de dibujos y bocetos que plasman estas celebraciones escénicas y disfraces fantásticos. 

El Retrato de Rodolfo II en traje de Vertumno, 1590. (Fuente de la imagen: Wikipedia)
Vertumno fue el dios etrusco que personifica la noción del cambio, de la mutación de la vegetación durante el transcurso de las estaciones. Fue acompañado de un poema de Gregorio Comanini:
Mira la manzana, mira el melocotón
como se me ofrecen en ambas mejillas
redondos y llenos de vida
Fijate en mis ojos
de color cereza uno
el otro de color de mora.
No te dejes engañar, es mi cara.

Pero Arcimboldo fue un artista, poeta y filósofo adelantado a su tiempo. A pesar de que tenía una gran capacidad visual y artística para captar retratar caras y paisajes de manera tradicional, su mente era capaz de utilizar diferentes elementos acomodados de tal manera que creaba un bodegón que a la vez era un retrato lleno de personalidad. Con fruta, verduras, flores, animales, objetos, lograba incluso hacer obras de arte completamente reversibles, que podían apreciarse al derecho y al revés. 

El asado, 1570. (Fuente de la imagen: Harte con Hache)
El horticultor, 1587-1590. (Fuente de la imagen: Harte con Hache)
Cesta de frutas reversible, 1590. (Fuente de la imagen: Harte con Hache)

Sus “cabezas compuestas” fueron admiradas por los monarcas a los que sirvió. Eran grotescas y extravagantes al principio, pero observándolas a profundidad, se podía palpar la perspicacia del artista. La delicadeza de la elaboración y la fineza de los detalles que componían cada retrato demostraban una dexteridad y una virtuosidad artística; el divertimento y sentido del humor, transmitían un bienestar del artista, que incluso, había practicado estudiando los grabados cómicos de Leonardo Da Vinci; la innovación de los bodegones, sacando a relucir lo extraordinario de algo tan ordinario como una cucurbitácea, señalaban a un hombre de gran genio que entendió el surrealismo antes de que éste incluso existiera.

Los cuatro elementos.
Esta serie fue encargada for Maximiliano II, una forma alegórica de enseñar cómo el emperador podía dominar incluso, todos los elementos. La versión original de El aire se perdió, sólo queda esta copia que pertenece a una colección privada; el águila y el pavo real que forman el pecho –simbolizando el orgullo– son referencias a la dinastía Habsburgo.

Luego de 30 años como pintor y decorador cortesano, Arcimboldo, ya nombrado caballero Sacro Imperio Romano Germánico, solicitó la venia del emperador Rodolfo II para volver a la Italia que lo vio nacer. Con el permiso otorgado, estableció en su ciudad natal un pequeño estudio de arte que le mantendría activo hasta su muerte en 1593. Lamentablemente, después de su fallecimiento, su obra pasó al olvido. Entre el saqueo del ejército sueco que ocupó Praga en 1648 durante la guerra de los Treinta Años, diversos robos, y la adquisición de coleccionistas privados, quedaron –actualmente– 25 pinturas auténticas de su autoría. Fue hasta el siglo XX que los surrealistas, afines también a los juegos visuales, recuperaron su figura y sacaron del ostracismo a este genial y particular artista.

Las cuatro estaciones.
En esta serie de cuadros, se puede ver la sensibilidad del artista; no solo retrata frutos y vegetales de cada temporada, sino que juega también con las expresiones, como tener un «corazón de alcachofa». De los originales, sólo se conservan El invierno y El verano en el Museo de Historia del Arte de Viena. La primavera y El otoño son copias hechas por el pintor como regalo de Maximiliano II a Augusto de Sajonia y se encuentran en el Louvre.

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