El dinero no compra la felicidad, pero como ayuda…
Macraf
Hablar de inversión en México es como intentar empujar una roca cuesta arriba: cuesta trabajo, requiere paciencia, y al final, siempre hay un poco de sudor en el camino. Sin embargo, la importancia de la inversión para el desarrollo económico no puede subestimarse. Es la piedra angular sobre la que se edifica cualquier intento de crecimiento sostenible y verdadero progreso social. La inversión, tanto pública como privada, es la llave que abre las puertas a un futuro más próspero para todos.
Lo he dicho y lo repetiré hasta el cansancio: no hay forma de crear desarrollo económico si no pasamos primero por el crecimiento. Una condición necesaria para eso es que exista inversión. Sin ella, no podemos dar inicio al ciclo económico. Después de todo, cuando el capital llega y establece un negocio que busca, además de obtener ganancias, satisfacer una necesidad de las personas con los bienes y/o servicios que produce, requiere de recursos humanos. Por lo tanto, genera empleo, que a su vez le da liquidez y capacidad de compra a los trabajadores, quienes podrán consumir más, mejores y de mejor calidad bienes y servicios. Esto potencializa la economía y la hace crecer.
Al existir más empresas y más personas formalmente laborando, el gobierno puede recaudar más. Por lo tanto, tiene más recursos disponibles para ofrecer bienes públicos que pueden mejorar la calidad de vida de las personas, y así empezamos el proceso del desarrollo económico. México necesita más inversión para generar empleos de calidad y mejorar la calidad de vida de todos. La infraestructura pública que nos abastece de agua, luz y otros servicios indispensables para la vida diaria requiere grandes inversiones de dinero público, cuyo origen principal son los impuestos.
Además, necesitamos infraestructura en servicios de salud, educación y seguridad pública. México necesita modernizar sus redes de transporte, mejorar su infraestructura energética y expandir su acceso a tecnologías de la información y comunicaciones. Todo esto requiere grandes sumas de inversión que solo pueden provenir de una combinación de fondos públicos y privados. La colaboración entre ambos sectores es fundamental para generar sinergias positivas que permitan alcanzar los objetivos de desarrollo a largo plazo.
Para atraer más inversión privada, tanto nacional como extranjera, necesitamos certeza jurídica. Los agentes económicos requieren conocer las reglas del juego y tener la seguridad de que estas no van a cambiar arbitrariamente. Los cambios profundos en los contrapesos constitucionales deben estar respaldados por un análisis de los beneficios directos para los mexicanos. De lo contrario, solo generan desconfianza en nuestras reglas del juego. La confianza en las instituciones públicas es vital para generar certeza entre los inversionistas. Recuerde, mi estimado lector, que así como nadie quiere corrupción en esos niveles, tampoco nadie debería querer un gobierno que vaya por la libre, sin ningún contrapeso. Ellos no pueden decidir qué es lo mejor para todos los ciudadanos, porque cada uno es capaz de decidir qué es lo que quiere o necesita. Darle poder completo y sin contrapeso solo puede generar retroceso y autoritarismo.
Habrá que ver si la corcholata mayor está realmente lista para enfrentar este reto, o si simplemente se subirá al ladrillo y caerá en el mismo mal que el hijo predilecto de Macuspana, quien siempre se creyó ser el elegido. En este sentido, es esencial que las políticas de inversión se enfoquen en crear un entorno favorable y estable para los negocios. Esto incluye no solo la certeza jurídica, sino también la implementación de políticas fiscales y regulatorias que fomenten la inversión.
Es hora de exigir a quien pretende empezar a gobernar este país en octubre que tome decisiones valientes y visionarias. La corcholata mayor debe trabajar para crear un ambiente de confianza y estabilidad que atraiga la inversión necesaria para el crecimiento y desarrollo del país. Esto incluye reforzar el estado de derecho, garantizar la transparencia y rendición de cuentas, y promover un entorno empresarial competitivo y justo.
En buen cristiano, la inversión es la clave para desbloquear el potencial económico de México y se requiere de un compromiso firme y sostenido para crear un entorno propicio para que esa inversión se genere. Solo entonces podremos esperar ver un crecimiento económico que beneficie a todos los mexicanos y lleve al país hacia un futuro más próspero y equitativo. La inversión no es solo una opción; es una necesidad imperativa. Por eso, al hablar de estos temas, no me queda más que repetir: inversión, inversión, inversión…