11 de julio de 2025 10:29 am
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OPINIÓN

Eso tan frágil llamado confianza

La desconfianza parece un refugio frente a la inseguridad. Pero es más bien aislamiento y cancelación de la posibilidad de hacer algo grande. Confiar no es ingenuidad, es saber que necesitamos seguir contando con los demás...

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Por José Manuel Núñez Pliego


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Cada palabra tiene un significado. Algunas gozan de una densidad semántica especialmente rica y compleja. Uno de los vocablos que más reflexión me provoca es la confianza. Tiene alcances que traspasan desde la vida privada hasta la política. Su presencia permite la consecución de grandes empresas; su ausencia genera temor, incrementa la incertidumbre, fractura las relaciones y un largo etcétera.

Confianza proviene de una conjunción, algo que se hace “con fe”, la capacidad de creer en otro, fiarse de alguien. La palabra fe que proviene del latín fide, tiene también el matiz de lealtad. La confianza es apoyarse en la lealtad de otro, saberse con la espalda cubierta. Por ello, se cuenta que cuando Orfeo fue a rescatar a su amada Eurídice de Hades, este le permitió sacarla de ahí si caminaba él al frente y ella detrás subiendo una larga escalera sin que en ningún momento volteara. Orfeo no pudo contenerse al percibir la lentitud del ascenso de su amada, volvió la vista atrás y Eurídice murió. Así de frágil es la confianza humana, una pequeña vacilación, una duda y se rompe.

Es un ingrediente necesario para el establecimiento de cualquier trato. Cada vez que realizamos una acción en la que interviene otro, la confianza está presente. Pensemos en la estructura de un supermercado en los que hay pasillos rodeados de estanterías con miles de productos, que cada uno va tomando para pagar al final por lo que ha escogido. El sistema, aunque tiene controles, parte de la confianza en que cada parte hará lo preciso para una relación justa.

La confianza es imprescindible para la vida económica. La estabilidad de una economía descansa en la credibilidad que generan los actores. Una mala noticia o el incremento de la incertidumbre pueden provocar una desestabilización económica y el ingrediente que la altera no son los datos duros y sí en cambio las percepciones.

Algo similar acontece con el poder, que es la capacidad de lograr que muchos actúen en el mismo sentido. El ejercicio del poder descansa también en la confianza. ¡Qué distinta es nuestra conduta cuando creemos lo que nos dicen, a cuándo todo lo interpretamos ciertos de que nos están mintiendo! El primer supuesto genera colaboración, iniciativa, certidumbre; el segundo provoca prevención, cautela, cambio de rumbo, defensa.

La confianza se apoya en percepción de veracidad de lo que se dice, en la empatía generada por el interlocutor, en la certidumbre provocada por acciones que confirman la palabra previamente empeñada. Se sustenta en elementos objetivos y subjetivos, en datos duros y comprobables, en sensaciones y percepciones. Cuando la confianza se apoya en datos objetivos construimos sobre cimientos sólidos, cuando sustenta en meras percepciones, sin nada que la apoye, termina generando frustración, la impresión de que nadie es confiable y una creciente dificultad para volver a ejercitar la confianza.

Vivimos en un mundo cansado de confiar. Podemos, como tantos, desesperar y dejar de creer en los demás. También es posible revisar cuando nuestra confianza pudo entrever signos para entender que no debía ser tan plena y aprender a seguir teniéndola sin dejar de tomar las precauciones que eviten un fuerte desengaño.

La desconfianza parece un refugio frente a la inseguridad. Pero es más bien aislamiento y cancelación de la posibilidad de hacer algo grande. Confiar no es ingenuidad, es saber que necesitamos seguir contando con los demás. La confianza es un regalo, creo que siempre hay que darlo hasta que tengamos un motivo para no confiar. A veces la clave está en mirar adelante, en no volver la vista atrás, en no temer lo que llevamos en nuestra espalda.

Quizá la confianza sea eso que no debemos retirar. El acicate para seguir transformando el mundo, la razón para no renunciar al futuro.

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