María Elizabeth de los Ríos Uriarte
Filósofa, investigadora, miembro del sistema Nacional de Investigadores y experta en Bioética fundamental y Bioética Global.
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Las neurotecnologías han encontrado un campo fértil en las neurociencias para estudiar, comprender y analizar los procesos mentales, las estructuras cerebrales y su funcionamiento; no obstante, este estudio también puede implicar graves riesgos para los derechos humanos y la dignidad de las personas.
¿Nos aproximamos a una invasión inminente de la intimidad personal y de la configuración de nuestra identidad? De no contar con un análisis bioético de por medio, la respuesta parece ser que sí.
La preocupación mundial por la regulación de las neurotecnologías se ha oficializado a partir de la reunión no. 42 de la UNESCO, en donde, a través de la conformación de un grupo de expertos ad hoc, se derivó la primera propuesta de regulación ética de la neurotecnología en mayo de este año 2024, la cual ha tenido ya varias revisiones en los últimos meses.
Se entiende por neurotecnología las técnicas y/o herramientas a través de las cuales se puede analizar, estudiar, medir, inferir y hasta modular el comportamiento cerebral, y pueden tener un fin terapéutico o no.
Del párrafo anterior, nos preocupan aquellas finalidades no terapéuticas que están relacionadas con algunos de los puntos expuestos en las líneas anteriores; concretamente, inferir y modular estados mentales, sensoriales y motores. Lo anterior en función de las implicaciones que podrían tener en el campo de los derechos humanos, las cuales pueden ser: invasión a la intimidad, a la privacidad, control sobre la autonomía, modulación del agenciamiento moral, de la afectividad, la sociabilidad, configuración determinada de la personalidad, de nuestra comprensión del mundo, de los modos hermenéuticos y epistémicos de análisis de la realidad, de la construcción de relaciones comunitarias (identidad individual y comunitaria), inferencia en la impartición de justicia social, emulación e inferencia de juicios valorativos, predicción de conductas inapropiadas, inferencias no exactas, etc.
Las intervenciones no terapéuticas son muy amplias; por ello, es necesaria una regulación que brinde claridad sobre los desafíos éticos que enfrentan las neurotecnologías y advierta sobre sus aplicaciones.
Algunos de los más sobresalientes son:
- Transitar del dato a la persona. Analizar datos provenientes de relaciones neuronales puede hacernos caer en un reduccionismo y limitación comprensiva del ser humano. Las personas no pueden ser reducidas a datos ni a patrones de relaciones de esos datos.
- Evitar los modelajes de estados mentales para influir en la autonomía o capacidades de las personas, lo cual puede provocar polémicas en torno a ventajas competitivas para becas, trabajos, deportes, votos políticos, etc.
- Reducir el margen de sesgos algorítmicos y falta de transparencia, así como sus efectos en conductas de discriminación injustificada, confiabilidad ante respuestas aleatorias y no previstas.
- Evitar una injusta distribución de beneficios, oportunidades y accesos oportunos a las neurotecnologías terapéuticas.
- Mitigar desigualdades sociales derivadas de la posible influencia en estados mentales que brinden ventajas a unos y no a todos.
- Advertir de posibles procesos de homogeneización y estandarización de conductas-ideales y deseables en las personas e, incluso, de perfeccionamiento que conduzcan a una eventual eugenesia poblacional de aquellos no apegados a los estándares establecidos. De la mano de esto, hay que tener presente el riesgo de conductas y mecanismos de racismo con fundamentos neurobiológicos.
- Regular la comercialización de los avances, ya que puede generar una falta de integridad en la generación e innovación de nuevas herramientas y avances.
- Las neurotecnologías no están exentas de problemáticas ambientales debido a su consumo excesivo de energía y producción de residuos tóxicos.
Es necesario, además, involucrar otras consideraciones éticas, como la valoración ontológica de la dignidad humana independiente de configuraciones, procesos y estados, etnias, lenguajes, geografías, etc. También la libertad responsable, la autonomía relacional y la libertad cognitiva libres de coacción, manipulación o intervenciones con fines distintos a los terapéuticos; el respeto y buen trato de la privacidad y confidencialidad de datos personales y demás información sensible. Asegurar que los procesos de investigación atiendan a principios como la diversidad, inclusión y multiculturalismo en sus muestreos, de tal manera que se beneficie a un mayor número de personas.
Advertir de los posibles peligros de colonizaciones culturales, ideológicas y epistemológicas para conservar la independencia económica y cultural de sociedades y comunidades, y que los datos neuronales obtenidos no se conviertan en armas de poder y dominio.
Un aspecto ético de suma importancia es el consentimiento informado explícito para la obtención de datos neuronales.
De igual modo, es necesaria la protección y hasta doble protección para personas en situación de vulnerabilidad (personas con discapacidad física, motora o intelectual, niños o menores de edad, adultos mayores, personas en situación de calle, estudiantes, etc.), el continuo balance de riesgos y beneficios, la observancia de los principios de precaución y de prevención y, finalmente, no dejar de lado la solidaridad en la transmisión y puesta en común del conocimiento generado, la sostenibilidad y cuidado del medio ambiente en la producción de las tecnologías y herramientas.
La neurotecnología está dibujando un horizonte muy prometedor para entender mejor y tratar oportunamente condiciones neuronales que afectan a millones de personas en todo el mundo, pero, como todo avance científico, requiere un abordaje y análisis ético y bioético para no cometer abusos ni violaciones a la dignidad humana y a los derechos humanos. Ojalá que, muy pronto, el borrador inicial se convierta en una regulación sólida que pueda ser aplicable en todos los procedimientos e intervenciones por el bien común de todos.