3 de noviembre de 2024 3:34 am
OPINIÓN

El eslabón más débil

La lógica detrás de las restricciones, los niños en la excursión o los cadetes, puede aplicarse a diversas realidades humanas. En oficinas gubernamentales, empresas privadas, instituciones no lucrativas y en la educación, entre muchos otros ámbitos, las dinámicas pueden funcionar mejor y más rápido en la medida en que se identifiquen rápidamente los puntos débiles y se generen dinámicas positivas basadas en círculos virtuosos.

Hace algunas décadas, la Teoría de Restricciones ganó relevancia especialmente en el ámbito industrial donde se requiere optimización continua. Esta teoría plantea que, en una línea de producción con múltiples estaciones, la clave está en identificar el punto más lento o saturado, es decir, la “restricción”. Una vez detectada, el siguiente paso es reforzar, apoyar o desbloquear ese punto específico. El resultado es inmediato: toda la línea de producción mejora notablemente.

En su conocido libro La Meta, Eliyahu Goldratt explica esta teoría con detalle técnico, pero también utiliza un ejemplo humano muy ilustrativo. Relata una excursión de niños que debían subir una montaña. Entre ellos, algunos tenían mejor condición física que otros y, con el tiempo, la distancia entre los niños se iba alargando. Tras estudiar el problema, la solución era clara. Si se identificaba al niño más lento y se destinaban todos los recursos para aligerar su carga y ayudarle a avanzar con mayor rapidez y menor esfuerzo, el grupo en su conjunto alcanzaría una velocidad óptima.

En 2010, la Academia de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos llevó a cabo un estudio para comprender por qué algunos cadetes mejoraban su forma física mientras que otros no. Tras cuatro años de investigación, se llegó a dos conclusiones principales. La primera es que, aunque existía cierta variabilidad en el rendimiento entre los cadetes, la diferencia dentro de cada escuadrón era mínima. Estos escuadrones se formaban de manera aleatoria al principio y luego convivían intensamente durante toda su estancia.

El segundo hallazgo, aún más interesante, fue que el factor más determinante en la mejora física de un escuadrón era la motivación del miembro menos desarrollado. Si este cadete mejoraba, su entusiasmo generaba una motivación contagiosa que impulsaba a los demás. Si, por el contrario, no mostraba interés en mejorar, solía arrastrar al grupo hacia abajo. Un claro ejemplo de círculos virtuosos o viciosos, basados en la motivación.

La lógica detrás de las restricciones, los niños en la excursión o los cadetes, puede aplicarse a diversas realidades humanas. En oficinas gubernamentales, empresas privadas, instituciones no lucrativas y en la educación, entre muchos otros ámbitos, las dinámicas pueden funcionar mejor y más rápido en la medida en que se identifiquen rápidamente los puntos débiles y se generen dinámicas positivas basadas en círculos virtuosos.

Los equipos deportivos son otro ejemplo. A menudo, no gana el equipo con más talento, sino aquel que, además de tener un talento suficiente, cuenta con una buena química entre sus integrantes y en el que todos están comprometidos en el momento adecuado.

¿Qué es primero, el huevo o la gallina? ¿Las personas son quienes generan buenas dinámicas grupales o, más bien, los círculos sociales tienen amplias implicaciones en las conductas de las personas particulares?

Si bien, resolver la ecuación no es fácil, sí podemos inferir algo. Las mejores empresas son aquellas que logran precisamente ambas cosas: contar con personas capaces y comprometidas en el marco de ambientes de trabajo favorables, hacer crecer a las personas con mayores desventajas involucrando en la solución a aquellos más favorecidos de tal modo que todos ganen, enfocados en la construcción de círculos virtuosos. Quizá es de los mayores retos en los liderazgos hoy en día: en un equipo deportivo, en una empresa, en una ONG, en una ciudad o, incluso, en un país.

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