María Elizabeth de los Ríos Uriarte
Filósofa y bioeticista, investigadora y coordinadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México.
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Este próximo 29 de octubre se ha declarado como el Día internacional de los cuidados y su fundamento radica en que el derecho a cuidar y a ser cuidado es una ampliación de los sistemas de protección social que obedece, en primer lugar, a una sociedad cuya expectativa de vida se ha prolongado gracias a los avances científicos y médicos y, por el otro, a una inserción mayor de las principales proveedoras de cuidados, es decir, las mujeres, en la vida laboral.
La relación entre las mujeres que cuidan y la vida laboral ha sido ampliamente estudiada desde la división sexual del trabajo donde. Se ha analizado, por ejemplo, como en América Latina, se ha detectado , a partir de la pandemia por COVID-19, el alarmante aumento de hasta 3 jornadas laborales más en las mujeres que en los hombres. Según cifras de ONU Mujeres, hasta el 2017, éstas dedican entre 33 y 45 horas semanales a los cuidados no remunerados. Por su parte la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados 2022 en México las mujeres de más de 15 años que brindan cuidados representan el 75% de los cuidadores que satisfacen una muestra total de 37.6 millones de personas susceptibles de recibir cuidados.
Según la Encuesta Nacional de Cuidados de 2022, en México hay 58.3 millones de personas que requieren algún tipo de cuidado. Los grupos que requieren los mayores cuidados son: personas con alguna discapacidad o dependientes, infantes hasta los 5 años de edad, niñas, niños y adolescentes de los 5 a los 17 años, personas adultos mayores de 60 años en adelante. Además, en el 64.5% de los casos, los cuidados los reciben de personas de su mismo hogar sufriendo por elo afectaciones en otros ámbitos de su vida como la profesional, laboral, de salud, social y hasta financiera.
Implementar políticas públicas que formalicen la división sexual del trabajo mediante la justa remuneración, la recuperación de tiempos de esparcimiento y de descanso, de espacios de inserción laboral y de participación ciudadana debe ser una tarea que salga de la competencia del ámbito privado para ser atendida por la responsabilidad de un Estado que debe velar por el bienestar de sus ciudadanos.
Hay que decir que los cuidados son transversales a todas las etapas del ciclo de la vida y que, por ello, son pilar en el mantenimiento de la vida social de un país; de ahí que sea deber no sólo de los ciudadanos sino del Estado.
El cuidado, por su parte, no sólo refiere a las acciones físicas necesarias para la manutención de la vida biológica sino que también atraviesa la esfera racional de ordenamiento de esos cuidados vitales y la afectiva que se refiere al cuidado como expresión de atención, de inclusión, de revalorización, de respeto a la dignidad de todos a pesar de las condiciones que nos rodeen.
Es por ello que es necesaria una estructura y sistematización de los cuidados que brinde un sistema de protección para los cuidadores de tal manera que no sólo realicen un trabajo rutinario sino uno donde ellos mismos puedan sentirse cuidados y apoyados. Esto requiere un compromiso de todas las partes: gobierno, sociedad civil, sector privado y sector público. Parte importante de la atención al cuidador no es sólo que se sienta apoyado y visible sino que pueda recibir una remuneración justa por el trabajo invertido en los cuidados de otros.
En el documento Hacia la construcción de Sistemas Integrales de Cuidados en América Latina y el Caribe de 2021 la CEPAL y ONU Mujeres subrayan la importancia de contar con Sistemas integrales en cada país, pues no hacerlo implica que se genere un círculo vicioso entre cuidados, pobreza, desigualdad y precariedad en donde es en los sectores más pobres donde la necesidad de la intervención del Estado con políticas de apoyo y protección se hace más apremiante ya que, hasta ahora, la pobreza provocada por el abandono de empleos, genera, además, un aumento en las desigualdades sociales por no poder contratar servicios de cuidado para familiares, y ésta prolonga los estados de precariedad.
México inicia una nueva etapa donde esta preocupación será central. En la medida en que se incorporen más voces y testimonios, podremos ir encontrando la manera de construir un sistema y una estructura que permita un mejor desarrollo tanto de las personas que requieren cuidados como de sus cuidadores.