OPINIÓN

TMEC: 1/7/20 – 3/4/25

Aún con las restricciones al comercio automotriz agregadas en el TMEC, como el número de vehículos que México y Canadá pueden exportar cada mes libres de impuestos a Estados Unidos...

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Al leer la orden ejecutiva que establece un arancel del 25% a los autos, camionetas y autopartes que se importen en Estados Unidos a partir del próximo tres de abril, no lleva mucho tiempo darse cuenta de que está diseñada para acabar con el TMEC – el mejor tratado comercial de la historia, según el propio Trump – pues dispara los costos de producción y fragmenta la industria automotriz de Norteamérica, el sector que ha promovido el crecimiento y la integración industrial de la región.

Aún con las restricciones al comercio automotriz agregadas en el TMEC, como el número de vehículos que México y Canadá pueden exportar cada mes libres de impuestos a Estados Unidos y que no existían en el TLCAN, el tratado ha permitido que los consumidores tengan acceso a vehículos de muy buena calidad y rendimiento por menos de 50,000 dólares. Con el nuevo arancel, se estima que los costos de producción aumenten entre 3,000 y 12,000 dólares, lo que no sólo se reflejará en un aumento de precios, pero también existe la preocupación entre los fabricantes que caiga la demanda, sobre todo entre el público más joven, como viene ocurriendo en Alemania, China y otros países desde hace un tiempo.

Estados Unidos es el principal importador de autos en el mundo. El año pasado, 49% de los 16 millones de autos nuevos que se vendieron en ese país fueron importados, con un valor de 214,000 millones de dólares. Con esta orden ejecutiva, los automóviles pagarán el 27.5% de arancel y las camionetas el 50%, afectando principalmente no sólo a México y Canadá, sino también a Alemania, Bélgica, China, Corea del Sur, Japón, Reino Unido y Suecia, elevando el grado de conflicto derivado de esta guerra comercial.

Estos aranceles tienen un mensaje político muy importante, dado el altísimo grado de integración de la industria automotriz de la región y lo que el comercio de este sector representa en particular para México y Canadá. De acuerdo con el INEGI, las exportaciones automotrices a Estados Unidos corresponde a más del 28% del total exportado cada mes, por lo que este arancel puede colocar al país en una posición de clara desventaja al iniciar la renegociación del TMEC.

Por otra parte, la compleja implementación de esta orden ejecutiva refleja la oposición de la propia industria automotriz de Estados Unidos y los intentos del gobierno de Trump para ajustarla y poder publicarla y así hablar de “otra promesa de campaña cumplida” ante sus seguidores. Y hay que destacar que hasta que se publique en el Federal Register aparecerán las fracciones arancelarias que serán afectadas para hacer mejor evaluación de sus consecuencias.

Uno de los aspectos que resalta es el cobro de un arancel del 25% a las autopartes que no hayan sido elaboradas en Estados Unidos. Esto es una clara violación al TMEC, que fija una regla de origen del 75% para automóviles y camionetas y no establece ninguna obligación adicional en el sentido que un mínimo de este contenido deba provenir de alguno de los tres países de la región. Con esto, Trump pone una presión adicional en el sector, al pretender que todo auto que se venda en territorio estadounidense incluya autopartes producidas exclusivamente en ese país.

Este arancel puede generar distorsiones muy importantes en un mercado que es clave para muchos países en tres continentes. No está claro si Trump y sus asesores están conscientes del tiempo y costos que requiere restructurar la industria automotriz de manera de hacer de Estados Unidos el centro productor de automóviles y los cuellos de botella, aumentos de costos de producción y precios que se generarían entre tanto se lograra.

La caída en la producción de autos y autopartes puede generar presiones importantes en México, Canadá y varios países asiáticos, al enfrentar la necesidad de hacer sus procesos productivos mucho más eficientes y desarrollar nuevos mercados. Una de las opciones que se vislumbran en el corto y mediano plazo es que la producción de vehículos eléctricos se desarrolle fuera de Estados Unidos, dejando a la Unión Americana la producción de vehículos a gasolina.

Más allá de restablecer con Trump – y con Canadá – una relación comercial más tersa, el gobierno de Sheinbaum tiene que iniciar la promoción de la producción de vehículos eléctricos. Es imposible reorientar en unos años la producción automotriz con un horizonte de menos de 30 años de reservas petroleras. México tiene la décima reserva más grande de litio en el mundo, pero requiere la inversión masiva del sector privado.

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