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La economía no entiende de cuentos de hadas, pero sí de golpes de realidad…
Macraf
Es interesante ver cómo algunas personas pueden ahogarse en un vaso de agua. Mantener una mentira en el tiempo no sólo requiere esfuerzo, sino una gran dosis de inconsciencia. El gobierno mexicano, a través de la corcholata mayor, ha insistido en mantener a flote la idea de que todo está bien, que la economía mexicana es sólida, tanto que nos podemos dar el lujo de pelear una guerra comercial de frente contra los Estados Unidos.
Sin embargo, la realidad pinta un panorama totalmente diferente.
La sabiduría popular dice que si una persona te dice que estás equivocado, puedes no hacerle caso; si dos personas te lo dicen, deberías considerarlo; pero si tres o más te lo dicen, serías un verdadero inconsciente si no analizas y corriges. Hoy no son tres, son decenas de voces —nacionales e internacionales— que advierten que las cosas no marchan bien, aunque el discurso oficial insista en lo contrario.
En semanas recientes, la nueva moradora de Palacio ha buscado reforzar su cantaleta de que todo marcha sobre ruedas y que el famoso Plan México sacará al país adelante. ¿Pero cómo se explica la creación de un plan de rescate si, según ellos, no hay problema alguno? Tan sólo ese hecho es una contradicción monumental.
El Banco de México redujo sus expectativas de crecimiento para este año y el siguiente. La más reciente encuesta de expectativas de Citibanamex hizo lo propio, impactada, entre otras cosas, por las “loqueras” de quien ostenta la jefatura del estado más poderoso del mundo: Donald Trump.
Y si eso no fuera suficiente, organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional también pusieron el dedo en la llaga:
- El Banco Mundial recortó la expectativa de crecimiento económico de México para 2024 de 2.3% a 1.7%, para 2025 de 2.1% a 1.5% y para 2026 de 2% a 1.6%.
- El FMI pronosticó un crecimiento de apenas 1.5% en 2024 (cuando antes preveía 2.2%) y de 1.3% en 2025, tres décimas menos que su cálculo anterior.
Mientras tanto, desde Hacienda se insiste en que “no es para tanto”, que hay que mantener la calma. Una calma que raya en la negación de la realidad. No se trata de pedir discursos fatalistas, pero sí de aceptar que estamos enfrentando un problema serio.
El gobierno federal ha optado por anunciar con bombos y platillos el Plan México y sus adecuaciones para enfrentar la imposición de aranceles. El problema es que siguen actuando como si estuviéramos a tiempo de prevenir el golpe, cuando el impacto ya está aquí. No están evitando el golpe: ya lo recibieron y ahora deberían estar tratando de curar las heridas.
Es momento de entender que un escenario de débil crecimiento combinado con alta inflación podría obligar a mantener tasas de interés elevadas, afectando el crédito, el consumo, la inversión, y, claro, el tamaño del pastel que tanto presume el gobierno.
Y no olvidemos: si la incertidumbre sigue siendo la constante y la inversión encuentra mejores refugios fuera de México, la fuga de capitales no será una amenaza, será una estampida.
Pero claro, todo lo anterior no es tan importante como impulsar una reforma en materia de telecomunicaciones que, en vez de fomentar la competitividad, parece más diseñada para controlar la narrativa y censurar voces disidentes. Tanto así que el golpe político no se hizo esperar: desde el Senado, la bancada oficialista decidió bajar temporalmente la propuesta.
Presidenta, si no le gusta lo que escucha en los medios, quizá debería acercarse a quienes realmente entienden de economía, competitividad y crecimiento. De lo contrario, su gobierno terminará consolidándose como un bloque autoritario, muy alejado en mi opinión del que le gustaría, fuera su legado.
Así, así los tiempos estelares del segundo piso de la transformación de cuarta.
