Aunque hoy en día los cónclaves papales parecen procesos solemnes y organizados, la historia revela una serie de datos curiosos que demuestran cuán caótico y extraordinario ha sido, en ocasiones, elegir al líder de la Iglesia católica.
El cónclave más largo tuvo lugar entre 1268 y 1271, con una duración de 1,006 días para nombrar a Gregorio X. La desesperación de los ciudadanos de Viterbo fue tal que encerraron a los cardenales, quitaron el techo del edificio y redujeron su dieta a pan y agua para presionarlos. De allí surgió el término «cónclave» y la posterior imposición de restricciones alimentarias si las votaciones se alargaban más de lo previsto.
En el extremo opuesto, el cónclave más breve bajo las normas modernas fue el de 1503, cuando Julio II fue elegido en pocas horas. Más recientemente, Francisco fue nombrado en la quinta votación en 2013, Benedicto XVI en la cuarta en 2005 y Pío XII en la tercera en 1939. El primer cónclave celebrado en la Capilla Sixtina ocurrió en 1492, y desde 1878 ese lugar ha sido sede permanente de las elecciones papales.
Algunos otros datos singulares incluyen la existencia de antipapas durante el Cisma de Occidente (1378–1417), papas extremadamente jóvenes como Juan XII, que fue elegido a los 18 años, y el hecho de que no es obligatorio ser cardenal para ser elegido, aunque ha sido lo habitual desde hace siglos. También ha habido papas no italianos desde épocas tempranas, como Gregorio III (sirio) o Alejandro VI (español), hasta casos más recientes como Juan Pablo II (polaco) y Francisco (argentino).
Los antiguos cónclaves también presentaban desafíos de higiene: en los siglos XVI y XVII, los cardenales dormían en condiciones insalubres, lo que generaba enfermedades. Este problema se resolvió parcialmente con la construcción de la Domus Santa Marta en 1996, donde ahora se hospedan los electores. Todos estos detalles muestran que el camino hacia el trono de San Pedro ha estado lleno de historia, tensión y episodios dignos de ser recordados.