En las aguas de Nueva Inglaterra, donde solo quedan unos 370 ejemplares de la rara ballena franca del Atlántico Norte, un grupo de científicos está utilizando una nueva técnica para mapear las fuentes de alimento de estas enormes criaturas marinas. Las ballenas francas dependen de un diminuto zooplancton llamado Calanus finmarchicus, que se encuentra en grandes concentraciones en el Golfo de Maine. Este plancton, de solo unos milímetros de largo, es esencial para la supervivencia de las ballenas, que lo filtran del agua en busca de su sustento.
Durante décadas, los investigadores han dependido de métodos tradicionales como el envío de barcos para tomar muestras de plancton en el océano. Sin embargo, un equipo de científicos ha dado un paso revolucionario al usar datos satelitales de la NASA para detectar estos bancos de plancton desde el espacio. El enfoque se basa en la observación de un pigmento rojizo natural presente en los copépodos, que altera la forma en que la luz solar se dispersa en la superficie del océano.
El satélite Aqua de la NASA, equipado con el Espectrorradiómetro de Imágenes de Resolución Moderada (MODIS), ha sido clave para identificar estos cambios en el espectro de la luz. El pigmento astaxantina presente en el Calanus hace que el océano adquiera un ligero cambio de color, el cual es detectado por el satélite. Al identificar estos bancos de plancton, los investigadores pueden estimar la ubicación y la densidad de los zooplancton, lo que, a su vez, les permite predecir las zonas de alimentación de las ballenas.
Beneficios para las ballenas y la industria marítima
Este avance no solo tiene implicaciones para la conservación de las ballenas francas, sino también para la seguridad de la industria marítima. La detección de áreas de alta concentración de plancton puede ayudar a predecir los movimientos de las ballenas, reduciendo el riesgo de colisiones con embarcaciones y atrapamientos en redes de pesca. En 2017, se reportó un número alarmante de muertes de ballenas debido a accidentes con barcos y enredos en aparejos de pesca, lo que llevó a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) a declarar un «evento de mortalidad inusual». Con esta nueva herramienta, los investigadores esperan mitigar esos riesgos.
Además, este enfoque podría beneficiar a la industria pesquera, ya que al conocer las áreas de alimentación de las ballenas, los pescadores pueden ajustar sus actividades para evitar la presencia de grandes grupos de ballenas en ciertas zonas.
El futuro: PACE y avances en la tecnología de observación oceánica
Aunque el método de detección de Calanus presenta algunas limitaciones, como la posible confusión con otros organismos rojizos y las dificultades relacionadas con la nubosidad y el mar agitado, los científicos se muestran optimistas respecto a los avances en la tecnología satelital. El satélite PACE (Plancton, Aerosol, Nubes y Ecosistema Oceánico), lanzado en 2024, promete mejorar la precisión en la detección de plancton y fitoplancton. A diferencia de MODIS, que detecta 10 longitudes de onda de luz, PACE puede analizar más de 280, lo que permitirá una comprensión más detallada de los colores del océano y, por ende, una mejor identificación de las concentraciones de plancton.
Conclusión
El uso de datos satelitales de la NASA para rastrear el plancton que alimenta a las ballenas francas del Atlántico Norte abre nuevas posibilidades para la conservación de esta especie en peligro de extinción. Si bien el método aún tiene limitaciones, los avances en la tecnología de observación oceánica ofrecen un futuro prometedor para proteger tanto a las ballenas como al ecosistema marino en general.