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Coyuntura económica y algo más
Si las remesas son tu orgullo, la vergüenza debe ser tu sombra…
Macraf
Una vez más, y aunque parece una broma de mal gusto, las remesas vuelven a estar en el centro de la discusión en la política económica de la transformación de cuarta. Esta vez no es el nuevo morador de Palenque quien las defiende con pasión, sino su corcholata mayor, que alza la voz para proteger lo que considera un logro: los envíos de dinero de nuestros paisanos a sus familias en México. Según ella, es una muestra de solidaridad, de cómo los migrantes ayudan a sobrellevar la pobreza y las dificultades económicas que enfrentan sus seres queridos aquí.
Claro, cualquiera diría que es muy loable defender el derecho de los mexicanos que trabajan en Estados Unidos para enviar una parte de su ingreso a sus familias. Por supuesto que tienen ese derecho. El problema es que, mientras la pseudo emperatriz los usa como bandera política, se niega a reconocer lo que estas remesas realmente representan: el reflejo más crudo de la ineficiencia, la ineptitud y la desidia de los gobiernos de este país, incluido el suyo. Porque aquí no se salva nadie: ni Andrés, ni Peña, ni Calderón, ni Fox, ni Zedillo, ni Salinas, ni mucho menos Claudia, la primera presidenta con a.
Las remesas no son motivo de orgullo. Son el recordatorio de que millones de mexicanos tuvieron que irse porque no encontraron aquí ni seguridad, ni oportunidades, ni un empleo digno. Emigrar por necesidad no es un acto de heroísmo, es una tragedia social. Y sí, eso es culpa del gobierno en turno, de cada sexenio que ha preferido discursos huecos a soluciones reales.
Pero la terquedad es grande. Claudia insiste en defender lo indefendible, incluso cuando Donald Trump —ya como presidente nuevamente— propuso imponer un impuesto a las remesas enviadas por migrantes, incluyendo las de mexicanos. El golpe fue duro: primero un 5%, luego, tras un “cabildeo” de segundo nivel de legisladores mexicanos, se redujo a 3.5%. Y mientras eso pasaba, ¿qué hizo la presidenta con a? Nada, salvo advertir que si el Senado norteamericano aprueba ese gravamen, en México se podrían realizar movilizaciones como protesta.
¿De verdad cree usted, estimado lector, que a los senadores de Estados Unidos les importa un comino si aquí hacemos una marcha? Por supuesto que no. Pero claro, la demagogia manda. Morena necesita cualquier bandera que le permita mantener el control de su base electoral, sobre todo ahora que los escándalos de nexos con el crimen organizado los tienen contra las cuerdas.
La realidad es cruda: el impuesto propuesto por Trump significaría una pérdida anual de alrededor de 2,700 millones de dólares para las familias mexicanas. Esos recursos dejarían de llegar a un país donde la creación de empleo es, por decirlo suave, raquítica. Para muestra, un dato: entre enero y abril de este año, de acuerdo con cifras oficiales del IMSS, se han creado 179,289 nuevos empleos. ¿Suficiente? Para nada. Deberíamos estar generando al menos 100,000 empleos mensuales, es decir, casi 400,000 a estas alturas. Vamos a menos de la mitad.
Pero claro, la corcholata mayor no menciona esos datos. Tampoco habla de cómo mejorar la seguridad para evitar que las personas tengan que emigrar por miedo. Ni propone una estrategia real para crear empleos dignos que permitan a los mexicanos quedarse en su tierra. No, su respuesta es amenazar con una protesta, hablar de “soberanía” —palabra ya tan desgastada que apenas causa eco—, y seguir aplaudiendo las remesas como si fueran medallas de oro.
En serio, Claudia, de nada sirve llamar a movilizaciones por algo que pasa en Estados Unidos. Eso no es defensa de la patria, es teatro barato. Y mientras sigas confundiendo aplausos con resultados, las remesas seguirán siendo el espejo de tu fracaso.
Así, así los tiempos estelares del segundo piso de la transformación de cuarta.