La inteligencia artificial (IA) se ha posicionado como la tecnología de más rápida adopción en la historia, impulsando cambios estructurales en sectores como el empleo, la educación y la salud. Esta revolución ha generado inversiones masivas por parte de las empresas más grandes del mundo, lo que ha disparado la eficiencia en costos y abaratado significativamente el acceso a la IA para usuarios y desarrolladores. Las principales potencias globales ven en ella una palanca geoestratégica, fomentando su desarrollo y contribuyendo a reducir la brecha entre los modelos más avanzados y las alternativas de menor escala.
Sin embargo, esta rápida evolución también ha dado origen a iniciativas que buscan remodelar las bases sociales y económicas, utilizando la IA como justificación. Esto incluye el desmantelamiento de estructuras gubernamentales, la apropiación de datos personales y creaciones intelectuales. El reducido grupo de empresas con la capacidad de desarrollar IA de vanguardia y construir la infraestructura necesaria está utilizando esta posición para limitar la competencia, concentrar aún más su poder y eludir sus compromisos de sostenibilidad, exacerbando la crisis climática. Esta dicotomía, donde la misma tecnología impulsa tanto el progreso como la desestabilización, es la característica definitoria de la revolución de la IA, a 30 meses de la irrupción de ChatGPT.
Dos informes publicados esta semana, «Tendencias» de Mary Meeker y el análisis anual de AI Now Institute, ilustran esta dualidad. El informe de Meeker, conocida como la «Reina de Internet», subraya el ritmo «sin precedentes» del cambio. La IA alcanzará el 50% de penetración en los hogares desarrollados en solo tres años, superando la velocidad de adopción del Internet móvil y las computadoras personales. Además, la accesibilidad económica ha mejorado drásticamente, con una caída del 99.7% en el costo por inferencia en solo dos años, permitiendo que esta tecnología, antes prohibitivamente cara, esté ahora al alcance de desarrolladores independientes y pequeños negocios. Esta explosión ha impulsado ingresos récord e inversiones masivas por parte de gigantes tecnológicos.
En contraste, el AI Now Institute, cofundado por Kate Crawford y Meredith Whittaker, ofrece una perspectiva crítica. Su análisis anual enfatiza que la IA «es fundamentalmente una concentración de poder en manos de las grandes empresas tecnológicas». A pesar de las expectativas iniciales de nuevos competidores, el panorama sigue dominado por los mismos gigantes (Microsoft, Google, Meta, xAI, OpenAI y Anthropic), que ahora operan bajo la premisa de ser «demasiado grandes para caer», obteniendo beneficios regulatorios y subvenciones masivas. AI Now cuestiona si estos desarrollos realmente mejoran la vida de las personas, argumentando que la IA a menudo se despliega de formas que empeoran las condiciones cotidianas, el acceso a oportunidades y fortalecen sistemas de control, citando ejemplos como la vigilancia de migrantes. Además, advierten sobre fallos inherentes en los sistemas actuales, como las «alucinaciones», filtraciones de datos y sesgos discriminatorios, que contrastan con los beneficios prometidos y no demostrados de manera consistente.