
Los niños que México dejó morir
7 niños, niñas y adolescentes de entre 0 y 17 años mueren al día en México; mientras que 2.9 de ellos son asesinados. No hay metáfora ni verso que suavice esta realidad. No hay manera de decirlo sin que duela.
Licenciada en Gobierno y Economía por la Universidad Panamericana. Cuenta con una trayectoria laboral en Embajadas, en donde ha adquirido una perspectiva global.
Es apasionada de la investigación económica y social. Su principal interés es contribuir al desarrollo y el progreso del país a través de la investigación, explorando las complejidades de los fenómenos económicos y sociales. Su compromiso con la investigación la impulsa a buscar constantemente nuevas perspectivas y enfoques innovadores para poder detectar, analizar y comunicar de manera precisa y eficiente los desafíos nacionales e internacionales.
7 niños, niñas y adolescentes de entre 0 y 17 años mueren al día en México; mientras que 2.9 de ellos son asesinados. No hay metáfora ni verso que suavice esta realidad. No hay manera de decirlo sin que duela.
Nos acostumbramos a la informalidad, a la tolerancia de la trampa, a la impuntualidad disfrazada de flexibilidad. Nos justificamos con la calidez del «no pasa nada», cuando en realidad sí pasa: se desgasta la confianza, se diluye la responsabilidad y se desvanece el compromiso…
¿No debería cada muerte doler como propia? ¿No deberíamos empatizar con el dolor de una madre que pierde un hijo, de un hijo que queda huérfano o de una familia que queda por siempre incompleta?…
Hay un México donde los sueños nacen y otro donde parecen marchitarse; un México que atrae y otro que expulsa. Es en esa compleja dualidad donde la migración interna traza sus rutas…
En México, la desigualdad no es una realidad oculta, sino un paisaje cotidiano. Basta caminar por las calles de cualquier ciudad para notar el gran contraste: ¿Cómo podemos comprender una realidad en la que la abundancia y la necesidad coexisten tan cercanas y, a la vez, tan distantes?
… Porque un país que obliga a sus niños a elegir entre comer o soñar, es un país que ha perdido su alma. Y cuando una nación olvida el valor de sus niños, olvida también su propio futuro…
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