7 de julio de 2025 2:50 pm
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OPINIÓN

De Economía y otras cosas

Si usamos el cubrebocas, y no ayuda a minimizar la probabilidad de transmitir o contraer la enfermedad, ¿qué perdemos? Nada...

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Por Arturo Damm Arnal

Hoy escribo, no de economía, sino de otras cosas, ¡no menos importantes!, y comienzo citando uno de los pensamientos más socorridos de Pascal: Infinito – nada: la apuesta.

Pascal, proponiéndole a sus lectores un juego, por el cual deben apostar a una de estas dos opciones, Dios existe, Dios no existe, les dice lo siguiente: “Vuestra razón no se perjudica más eligiendo lo uno que lo otro, puesto que es preciso elegir necesariamente. He ahí un punto vacío. Pero, ¿y vuestra beatitud? Pesemos la ganancia y la pérdida, apostando a cruz que Dios existe. Tengamos en cuenta estos dos casos: si ganáis, ganáis todo; si perdéis, no perdéis nada. Apostad, pues, porque Dios existe, sin vacilar”.

Si se apuesta a favor de la existencia de Dios, se actúa en consecuencia (por ejemplo: se reza), y Dios existe, se gana algo y, por ello, se mejora. Si se apuesta a favor de la existencia de Dios, se actúa en consecuencia (por ejemplo: se reza), y Dios no existe, no se pierde algo y, por ello, no se empeora. Estas son las dos opciones: o se mejora o no se empeora. ¿Cuál es, ante la incertidumbre, la decisión de una persona racional?

Imitando a Pascal les propongo este juego (que es mucho más que un juego), por el cual deben apostar (que es mucho más que una apuesta) a una de estas dos opciones. 1) El uso del cubrebocas no ayuda a minimizar la probabilidad de transmitir o contraer el Covid-19, por lo tanto no hay que usarlo. 2) El uso de cubrebocas sí ayuda a minimizar la probabilidad de transmitir o contraer el Covid-19, por lo tanto sí hay que usarlo.

Si usamos el cubrebocas, y no ayuda a minimizar la probabilidad de transmitir o contraer la enfermedad, ¿qué perdemos? Nada. Si usamos el cubrebocas, y sí ayuda a minimizar la probabilidad de transmitir o contraer la enfermedad, ¿qué ganamos? Salud y vida, algo muy cercano a todo.

Si la mayoría de las respuestas a la pregunta de si el cubrebocas ayuda a minimizar la probabilidad del contagio del Covid-19, comenzando (dado que la enfermedad se transmite a través del aire, hablando, tosiendo o estornudando) por la del sentido común, afirman que su uso sí ayuda a minimizarla, ¿cuál es la decisión de una persona racional con relación a su uso, sobre todo si esa persona, por ser quien es, por la investidura que tiene, por todos los que lo siguen, tiene la obligación de dar buen ejemplo? La respuesta cae por su propio peso y, sin embargo, esa persona se rehúsa a usarlo.

Por prudencia, que es la virtud por la cual uno cuida de sí mismo, y por justicia, que es la virtud por la cual uno no daña a los demás, AMLO debe usar cubrebocas. También por prudencia y justicia, quienes con él se juntan, y cuando con él se juntan, comenzado por sus colaboradores más cercanos, los miembros del gabinete, deben usarlo, como muchos de ellos lo hacen cuando no están con él. ¿Cómo calificar ese doble uso del cubrebocas: sí cuando no están con él, no cuando sí están con él? ¿Es esa la conducta propia del ciudadano libre o, por el contrario, la del súbdito sumiso? ¿Es ese el comportamiento propio de la convicción o, por el contrario, de la conveniencia?

¿Cuántos contagios se hubieran evitado, y cuántas vidas se hubieran salvado, si en vez de las tonterías que fueron desde la fuerza moral del presidente hasta sus detentes milagrosos, desde el inicio de la pandemia se hubiera promovido, ¡por sentido común!, el uso generalizado del cubrebocas? Y esa conducta imprudente e injusta, ¡irresponsable!, para empezar en el caso de los dos López (Gatell y Obrador), quedará impune, al menos que se les cobre en las próximas elecciones, las de 2021.


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