7 de julio de 2025 12:46 am
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OPINIÓN

Emprender: un acto de amor a la patria

Siendo completamente justos y objetivos, no dudo que existan empresarias y empresarios cuyo único interés sea el de aumentar los ceros de sus cuentas de banco desde el egoísmo o ilegalidad. Pero la generalización de la maldad en las personas que se han arriesgado a emprender…

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Rodrigo Saval Pasquel

Desde que inició el sexenio actual, ha existido una maquiavélica campaña de desprestigio hacia diversos sectores derivada de la estrategia de polarizar al país en dos bandos en el que una mayoría —que apoya al Presidente— es retratada como “buena”, mientras que diferentes minorías —que deciden oponerse al ejecutivo— son señaladas como “enemigos de la patria”. Uno de los grupos más afectados es el empresariado. Pero ¿qué se entiende por “empresario”?

Motivándose en las intenciones incorrectas, la actual administración federal se ha encargado de construir propaganda en la que la o el empresario es presentado a la nación como la traición encarnada. Se ha insinuado hasta el cansancio que aquellas personas que tienen negocios propios son egoístas, avariciosas, y que además tienen como meta que le vaya mal al país.

Siendo completamente justos y objetivos, no dudo que existan empresarias y empresarios cuyo único interés sea el de aumentar los ceros de sus cuentas de banco desde el egoísmo o ilegalidad. Pero la generalización de la maldad en las personas que se han arriesgado a emprender está manipulada para que quienes no pudieron ser empresarios de la manera correcta, lo sean aprovechándose del poder del Estado.

En lo personal he convivido y trabajado en ambos mundos, y puedo confirmar que cada sector —llámese el privado y el público— tiene una perspectiva propia diferente sobre cómo se deben de administrar las organizaciones, sustentada en la importancia y valor que implica el acceso y uso del dinero. En el sector gubernamental el dinero se percibe como un bien infinito, mientras que en el mundo empresarial es respetado como un recurso escaso que debe de ser cuidado para llevarlo a la eficiencia en su acumulación, —e idealmente— su multiplicación.

Esta percepción puntual radica en el origen del mismo, y en el esfuerzo que cada facción —de manera personal e individual— tuvo que llevar a cabo para poder recibir este recurso. Por ejemplo, aunque una burocracia se encuentre mediocremente administrada, a final de mes todas las personas empleadas recibirán un sueldo. Como anécdota, PEMEX lleva una cantidad obscena de años gastando más de lo que ingresa, aun así sus empleados y jubilados, reciben múltiples beneficios y pagos. En el sector privado esto no sucede.

Creo poder afirmar que toda empresaria o empresario —ya sea pequeño, mediano o grande— ha vivido en algún punto de su trayectoria el miedo de no poder generar lo suficiente para poder pagar la siguiente quincena. A pesar de lo anterior, incluso durante el punto más álgido de la pandemia, no era raro escuchar historias sobre empresarios endeudándose para poder cumplir con sus obligaciones patronales, mientras se encontraban injustamente sometidos a un gobierno que reiteradamente les imponía restricciones cada vez más severas y les retiraba apoyos adquiridos.

En un país en el que cada año se recauda menos ya que muchas personas deciden migrar a la informalidad económica como resultado de varios factores como lo son la corrupción; la impunidad; el costo monetario inherente a la formalidad; la carga fiscal; y la adquisición de más obligaciones que derechos, no es coincidencia que cada vez nuestra economía se contraiga más, y se evidencie el lógico rechazo del sector privado a la ausencia de estrategia por parte de la Presidencia.

Si bien desde Morena han podido engañar a la mayoría del país generando falsas concepciones sobre los empresarios, no hay que ignorar que la formalidad es la vía principal de recaudación, y se debe de aumentar. No de disminuir. Tampoco olvidemos que un empresario no necesariamente es millonario.

Las y los locatarios de los mercados públicos; la señora que abrió una papelería; el anciano que decidió hacer una tienda de abarrotes, y miles de ejemplos más, también son empresarios, y hay que apoyarlos. Todas las personas —de cualquier clase social— que construyeron un negocio propio en la formalidad están generando empleos y aportando impuestos. Y antes que traidores, para mí son patriotas.

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