
Jaime Tbeili Benpalti
La frase “En el largo plazo todos estamos muertos” es una de las más famosas en economía. La escribió en 1923 uno de los economistas más importantes del siglo XX (y de la historia) John Keynes. A lo que Keynes se refería con esta frase es a que el largo plazo es demasiado abstracto como para guiar la política pública y que los gobiernos harían bien en concentrarse en lo que sí pueden atender.
Sea cierto o no, en ocasiones el largo plazo deja de ser algo abstracto y se acerca cada vez más a la realidad. Por ejemplo, le fue muy fácil a López Obrador empezar su sexenio bañando al país de promesas. Después de todo, seis años sí es bastante tiempo, y en ese periodo parecía que podían lograrse muchas cosas benéficas para la Nación. Es claro que no sucedió así.
De cualquier forma, si Keynes tenía razón, AMLO puede dormir tranquilo, pues, aunque su administración sea terrible, en el largo plazo todos estamos muertos, así que nadie se acordará. Y si no lo estamos, entre la inseguridad, las pésimas condiciones del sistema de salud y las obras de infraestructura de bajísima calidad que en cualquier momento se caen, será cuestión de tiempo.
Estoy siendo sarcástico, no alarmista, no se preocupen. Afortunadamente, mientras al presidente se le termina el sexenio, a nosotros nos renace la esperanza. Es muy importante, entonces, que en el próximo sexenio no perdamos de vista el largo plazo como le sucedió a López Obrador. Ya sé, me estoy adelantando, pero para cuando ese largo plazo se convierta en una realidad, será demasiado tarde, así que hay que abordarlo desde hoy.
Para México, la mayor bomba de tiempo en la actualidad son las pensiones. El gasto de pensiones del presupuesto ya es enorme. Un artículo del Economista señala que el gasto total en pensiones asciende a 1 billón 428,377 millones de pesos en 2022, 5.1% del PIB. Casi el doble que el gasto total en educación.
Y este número solo puede aumentar. Cada vez hay mayor número de pensionados en México, con diferentes esquemas, cantidades ridículas, periodos extendidos y mayores exigencias. Tampoco podemos dejar a nuestros viejitos sin pensiones (y para nada estoy argumentando a favor de eso).
Un nuevo esquema de pensiones ayudaría a reducir la carga en el gasto público para cuando las personas de mi edad nos estemos jubilando. Pero eso es en el largo plazo, y recordemos que en el largo plazo todos estamos muertos. Mientras tanto, sería totalmente racional que el gobierno buscara tener finanzas más sanas para poder hacer frente a la crisis de pensiones, que se ve venir con cada vez mayor fuerza.
No podemos resolver todos los problemas a los que hoy se enfrenta México, pero podemos empezar a prepararnos para los que vienen y darles una mejor solución. Desviar el enfoque del corto plazo no es una decisión fácil, y de ninguna manera se debe de ignorar por completo, pero hasta que no lo hagamos, cada que un largo plazo se materialice seguiremos chocando con errores de ayer.
Bueno, ¿qué importa? Igual en el largo plazo todos estamos muertos.