Ahora sí no sé ni por dónde empezar: el abstencionismo como el gran ganador en las elecciones a Gobernador; las cortinas de humo como política de Estado para que no vemos el fracaso rotundo de la mal llamada 4T; la realidad de que cada muerto y desaparecido en este sexenio representa a una familia sujeta al profundo dolor de la pérdida de un ser querido, con las consecuencias psíquicas, emocionales, físicas, económicas y sociales que el duelo implica; la violencia y el discurso de odio normalizado desde el púlpito del poder; la actuación delictuosa de aquellos que detentan cargos públicos; el desobedecimiento por parte del Ejecutivo y el Legislativo de órdenes fundadas y motivadas por parte del Poder Judicial; el aumento desmedido de la violencia hacia los niños; la escalada y la violación sistemática de los derechos humanos de parte del invasor en contra de Ucrania; las acusaciones gravísimas en contra del expresidente de nuestro vecino del norte, que nos dan esperanza del triunfo de las instituciones frente al autoritarismo, por nombrar algunas.
Cuando era niña, recuerdo ver los informes anuales de los presidentes junto con mis papás. No tenía 18 años para votar en 1989, pero si me tocó la “caída del sistema”. Sé dónde estaba cuando se dio a conocer el asesinato de Colosio y el nombramiento de Zedillo como candidato, así como la muerte de “Maquio”. Los acontecimientos políticos, económicos y sociales han sido muchos, pero siempre tuve la oportunidad de comentarlos y analizarlos con personas que tenían una mejor visión que yo.
Como lo he dicho en varias ocasiones, soy adicta a las noticias. Mis hijos han crecido escuchando noticias nacionales e internacionales, por tanto, pienso que son jóvenes informados de lo que sucede a su alrededor. En cuanto a mis alumnos, procuro comentar con ellos alguna noticia de interés que tenga relación con el tema que estamos viendo en clase, pero me queda claro que, en su mayoría, no saben y, por lo general, no les interesa lo que sucede fuera de su esfera inmediata.
Alguien dijo que era de “mal gusto hablar de futból, política y religión”. Yo digo que nos dejemos de tonterías: tenemos que hablar de estos temas. Cuando decidimos de qué hablamos y con quién, servimos como el algoritmo de las redes sociales que nos llevan a la intolerancia a los que piensan y creen distinto que nosotros. Nos cerramos a la posibilidad de escuchar un punto de vista diferente, que seguramente nos ayudará a ampliar nuestra concepción de la vida. De la misma manera, nos ayudará a crecer en el respeto al otro, a la tolerancia a la frustración, a tener más claridad en nuestras convicciones y a mejorar nuestros argumentos o a repensar lo que creemos.
Querido lector, te invito a cerrar tus redes sociales y guardar tu aparato diabólico, para tener una conversación franca y abierta, presencial, viendo a los ojos a tu interlocutor: amigos y compañeros, con tu familia, sobre un tema de actualidad, que no sea del mundo del espectáculo, e intercambies ideas de manera respetuosa. Platicar con el otro es un placer que no debemos pasar de alto. Si quieres, cuéntame cómo te fue.
