
Michelle Bermúdez Betancourt
Comunicadora política especializada en democracia y derechos humanos, apasionada por la escritura y la música clásica.
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El poder legislativo en nuestro país está dividido en dos cámaras. Por una parte, está la Cámara de Diputados cuya función principal es la de representar los intereses y necesidades de la ciudadanía en su conjunto; por otra parte, tenemos a la Cámara de Senadores cuya función principal es la de representar, igualmente los intereses y necesidades, pero, en este caso, de cada entidad federativa.
En pocas palabras, los diputados representan a las personas que los eligieron y los senadores representan al estado en el cual fueron electos.
Bajo este supuesto, nuestro sistema asume que las y los legisladores son no solo conscientes, sino cercanos a las personas y entidades que representan, de manera tal que conocen a profundidad sus problemas y las soluciones que urgen en cada caso.
Sin embargo, lo cierto es que en la práctica esto no sucede siempre así. Si bien muchos podrán pensar que legislar es una tarea relativamente sencilla, la realidad es que se trata de un arte.
A veces, y lo hemos visto en nuestro país, en un intento de mejorar una realidad y darle solución a un problema a través de la modificación, creación o eliminación de una ley, se termina creando un problema mucho más grande. Ya que, como en este espacio lo hemos dicho varias veces, no existe un acto o decisión pública que tenga un solo impacto ni una sola cara, el problema reside en que, si no observamos todas las caras de un problema e intentamos darle solución solo a una, se termina por agravar el resto.
Un eje rector, y los economistas no me dejarán mentir, que urge llevar a la ley de manera más contundente, es el de la eficiencia. En México tenemos un tipo de práctica legislativa que es, en cierto nivel, ideológica.
Sin embargo, es momento de transitar hacia una técnica y análisis legislativo que garantice más y mejores resultados en la vida diaria del sector público y de todas las personas.
Algunas propuestas pueden sonar sumamente llamativas e incluso, hasta lógicas; sin embargo, a la hora de aplicarse pueden encontrarse viciadas e inútiles. Esto genera que nuestro marco normativo se vuelva prácticamente inaplicable y que las autoridades tengan que distraer su atención en analizar el cómo no incurrir en una responsabilidad de tipo administrativo por la falta de viabilidad práctica.
En un claro ejemplo, recientemente en la Cámara de Diputados se aprobó, y fue enviada al Senado de la República, una iniciativa que prohíbe trasladar pasajeros menores de 12 años de edad en motocicletas. Si bien esta medida busca proteger a las infancias que, efectivamente, se ven profundamente expuestas ante la posibilidad de un accidente, lo cierto es que esta decisión puede ser mucho más perjudicial que benéfica.
Por una parte, debemos considerar que la motocicleta es el único vehículo privado al que muchas familias tienen acceso; y es así como llega a constituir la única manera en la que esas niñas y niños se pueden transportar a la escuela o a recibir atención médica.
Una medida como esta, podría, más allá de garantizar la seguridad de los menores, generar mayores actos de corrupción y un menor respeto al reglamento vial al verse superada por la realidad de tantas y tantas familias.
Es una iniciativa con una gran intención y no trata un problema menor, pero la solución debería girar más entorno a exigir medidas de protección como el uso de casco, y promover una cultura vial, antes que por prohibir lo que no necesariamente es una alternativa.
Casos como este tenemos miles en nuestro país, es por ello por lo que debemos continuar insistiendo como ciudadanía a transitar a un análisis de políticas públicas realmente funcional, integral y eficiente, de lo contrario tendremos un marco normativo sumamente rimbombante y de buenas intenciones que no hace más que, en muchos casos, perjudicarnos y no resolver de raíz lo que nos aqueja.
Una vez más, los actos de gobierno y las políticas siempre tienen dos caras de la moneda y un impacto más profundo de lo que parece. Te invito a que juntos continuemos este análisis dual.