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Eduardo López Chávez
Economista y consultor experto en economía, política y administración pública, fundador de El Comentario del Día.
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Innovar no es repartir dinero, pero qué incómodo reconocerlo…
Macraf
En las semanas recientes, lo más importante en las noticias económicas y financieras tiene que ver con la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a diversos productos y países. Por supuesto, la respuesta de muchos gobiernos ha sido en el mismo sentido. Sin embargo, surge una pregunta importante: ¿Y después qué pasará? Es decir, una vez que pasemos la página de este episodio en la historia, ¿dónde estaremos parados? ¿Mejor o peor que antes? La respuesta nos lleva inevitablemente a hablar de innovación.
Cuando se menciona el término “innovación”, es común que se asocie con tecnología. Después de todo, a lo largo del tiempo ha sido precisamente el avance en este campo lo que ha permitido que los procesos, bienes y servicios mejoren y aporten mayor valor a las personas. Sin embargo, en la estructura económica de los países, la innovación ha sido escasa o nula. Como prueba, basta ver que el famoso G7 ha mantenido a los mismos miembros desde su creación. Nadie ha salido ni entrado en este selecto club. La razón es sencilla: nació como un foro de intercambio entre las principales potencias económicas, pero con el tiempo se convirtió en un escaparate político que poco o nada tiene que ver con la economía. De lo contrario, China e India deberían estar dentro, mientras que Italia y Canadá quedarían fuera.
Seguramente, mi estimado lector se preguntará: ¿A qué viene todo esto? Pues bien, si analizamos la estructura económica de las principales economías del mundo, nos daremos cuenta de algo importante. Estados Unidos, la mayor economía del mundo que poseé una economía altamente diversificada con un gran sector de tecnología, los mercados de capitales más grandes del mundo, un robusto sector sanitario y farmacéutico, tiene una base industrial muy importante basado en grandes industrias como la aeroespacial, defensa y automotriz; así mismo, el resto de los países también se encuentran en una situación parecida:
- China (2. ª economía mundial): Impulsada por inversión y manufactura orientada a la exportación.
- Alemania (3. ª economía mundial): Aunque con un fuerte sector de servicios, su base económica sigue siendo industrial y manufacturera.
- Japón (4. ª economía mundial): Enfocado en manufactura de electrónica, automotriz y robótica.
- India (5. ª economía mundial): Destacada en servicios, especialmente TI e industria farmacéutica.
- Reino Unido (6. ª economía mundial): Predominantemente de servicios, con gran peso en seguros, finanzas, sector inmobiliario, industrias creativas y defensa.
Todo esto nos muestra que la competencia no está en quién produce qué o cómo lo produce, sino en el valor agregado que se le da a lo producido. Dicho en buen cristiano: ¿qué tan competitivo eres? Competitividad que debe estar basada en dos grandes pilares: educación e innovación. Sin una, la otra no puede desarrollarse al máximo. Es algo simple de entender:
Más educación = Mayor demanda de bienes de alta calidad = Mayor gasto en desarrollo de productos = Más especialización en sectores productivos = Mayor innovación = Mayor competitividad = Mayor captación de inversión = Mayor producción = Crecimiento económico = Posibilidades de desarrollo económico.
No hay que ser un genio para entender que se debe apostar por la educación y todo lo que permita captar inversión. Cuestiones que el gobierno de la «transformación de cuarta» en su «segundo piso» dirigido por la corcholata mayor no está haciendo. Basta con ver a quién puso al frente de la educación pública y todo lo que sus huestes y babeantes seguidores están haciendo para eliminar el Estado de Derecho y la democracia en este país.
Un mayor gasto social no erradica la pobreza; solo mitiga sus efectos en el corto plazo. Un adoctrinamiento disfrazado de «educación» no mejora las oportunidades de las personas. Los buenos deseos no nos colocarán entre las 10 economías más grandes del mundo. Pero claro, ¿qué se puede esperar de un gobierno cuya apuesta es que los pobres sigan siendo pobres? Su pensamiento queda perfectamente resumido en una frase de la hoy moradora de Palacio: “…es falso que si no se trabaja entonces no se puede tener un buen nivel de vida…”
México tiene todo para convertirse en un referente económico: grandes recursos, una población robusta, una posición geográfica envidiable y, sobre todo, un gran ingenio. Si esto se potenciara a través de la educación, otra realidad se dibujaría. Lamentablemente, esto no sucede.
Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.