
Jorge Molina Larrondo
Consultor en políticas públicas y comercio internacional, con más de 25 años de experiencia y participación en negociaciones comerciales.
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Quien considere que México y Canadá podrán llegar a un acuerdo con el gobierno de Trump para evitar la aplicación del arancel general del 25% a todas sus importaciones, puede que estén equivocados. Desde su primer periodo de gobierno, Trump ha utilizado con éxito la amenaza de los aranceles como una medida para obtener concesiones de otros países, pues el comercio internacional es uno de los principales promotores del crecimiento en aquellas naciones que son los principales proveedores de la Unión Americana: China, México, Canadá, la Unión Europea, Japón, Vietnam, India y Corea del Sur. Desde la creación de la OMC, en 1995, no ha habido un año en que el crecimiento del PIB a nivel mundial no haya sido acompañado del crecimiento del comercio a nivel global.
Estados Unidos representa el 61% del comercio total de México – la suma de las exportaciones e importaciones realizadas con un país como porcentaje del total de la suma de exportaciones e importaciones totales de una nación durante un periodo de tiempo – mientras que para Canadá representa el 71%. De ahí que Trump sabe de la enorme dependencia y vulnerabilidad de ambos países en asuntos comerciales respecto a las políticas que adopte Washington. Por ejemplo, México es el principal proveedor de autos y autopartes, el tercero de productos de acero y el primero en frutas y hortalizas, mientras que Canadá es el principal proveedor de acero, el segundo de autos y autopartes y el primero de aluminio.
Los productores de México y Canadá fabrican, en su enorme mayoría, de acuerdo a las especificaciones y normas de calidad y desempeño que establecen las empresas estadounidenses que les contratan, lo que eventualmente les ha valido obtener certificados que avalan sus productos y garantizan contratos de mediano y largo plazo con volúmenes importantes. Por ello, es muy difícil que las compañías de las que son proveedores puedan encontrar fácilmente sustitutos que puedan entregarles insumos similares al mismo precio en unas cuantas semanas.
La obsesión de Trump de tener un superávit en la balanza comercial podría lograrse si más allá de la aplicación de aranceles, que sólo van a generar inflación en Estados Unidos y la caída del comercio a nivel mundial, su gobierno establece cuotas de exportación para una gran cantidad de productos. La Unión Americana se ha beneficiado de los precios más bajos de los insumos y bienes intermedios que se producen en otros países, lo que se ha traducido en la manufactura de productos que los estadounidenses pagan a precios más bajos que muchas otras naciones.
Mientras el USTR no negocie cuotas en insumos y bienes intermedios estratégicos para su industria, el déficit persistirá debido a las condiciones estructurales de la economía. Trump ya intentó durante su primer periodo de gobierno revertir el déficit comercial con México, Canadá y Corea del Sur, por medio de la renegociación de los tratados comerciales con estos países, y con China a través de la negociación del Acuerdo de Fase Uno y en ninguno de los cuatro casos funcionó.
Sin embargo, es muy probable que Trump insista en la aplicación de aranceles – a pesar de las implicaciones tanto para su economía como para el resto del mundo – como un medio para financiar la reducción de impuestos a las empresas más grandes, habiendo contribuido muchas de ellas a su campaña presidencial. Trump ha prometido reducir la tasa fiscal que pagan las grandes corporaciones del 21% al 15%, lo que habrá de generar una deuda adicional que debe ser financiada por medidas alternativas, de acuerdo con las reglas que rigen el proceso del presupuesto federal en Estados Unidos.
Hasta la fecha, sólo Canadá ha hablado de tomar represalias comerciales en caso de que Trump aplique los aranceles que ha prometido. Sin embargo, una vez que se empiecen a notar los efectos de los aranceles para el comercio mundial y la caída en los volúmenes de exportaciones, deberíamos esperar que la India, China, los países de la Unión Europea y otros países apliquen sus propios aranceles a los productos de Estados Unidos. Entre 1930 y 1932 Estados Unidos aplicó un arancel del 20% a las importaciones de productos industriales, lo que no sólo generó mayor inflación, pero extendió los efectos de la gran depresión hasta 1935. Ante este panorama, México tiene que iniciar la apertura de nuevos mercados, aprovechar sus TLCs y no apostar por la inversión china, lo que generaría mayores fricciones con quienes le acusan de triangular manufacturas de ese país.