La fuerte recesión económica derivada de los confinamientos y de la caída en la demanda por la pandemia actual ha tenido un fuerte efecto en el mercado laboral en México. No se puede entender este impacto si nos concentramos sólo en la tasa de desocupación; es necesario atender a otros indicadores que muestran la calidad del empleo y otros efectos indeseables del Covid-19 en la situación laboral.
La tasa de desocupación del primer trimestre de 2021 es 4.4 por ciento de la población económicamente activa (PEA). Esta tasa es baja y no muestra la gravedad de la situación. Hay que considerar que en México, la mayoría de la población no puede darse el “lujo” de permanecer en un estado de desocupación. Un alto porcentaje de la población no tiene activos que les permita vivir sin un ingreso constante y México no ofrece un seguro de desempleo ni alguna otra ayuda a quien pierde su empleo. De esta forma, quien pierde su empleo tiene que encontrar alguna ocupación que le dé un ingreso para vivir. El problema está, entonces, no en la ocupación sino en la calidad de la misma.
El INEGI ofrece ciertas mediciones de la calidad del empleo que ayudan a entender el mercado laboral mejor que la tasa de desocupación. Uno de estos indicadores es la tasa de subocupación que incluye a quienes tienen la necesidad y disponibilidad de ofertar más tiempo de trabajo de lo que su ocupación actual les demanda como porcentaje de la población ocupada. Esta tasa de subocupación pasó del 8.4 al 13.8 por ciento del primer trimestre de 2020 al primer trimestre de 2021. Esto implica que hay 7.3 millones de personas subocupadas en México. Esto significa que muchas personas que han perdido su trabajo durante la pandemia han encontrado una ocupación que les permite “sacar el día”, pero no han podido ocuparse la cantidad de tiempo que necesitan.
Otro indicador importante en este sentido es la tasa condiciones críticas de ocupación que, de acuerdo con el INEGI, “comprende a los ocupados que laboraron menos de 35 horas por razones de mercado, a los que trabajaron entre 35 y 48 horas semanales percibiendo ingresos de hasta un salario mínimo y a los ocupados en jornadas de trabajo por más de 48 horas semanales e ingresos entre uno y dos salarios mínimos”. Esto es, son personas que trabajan pocas horas a la semana o que obtienen un ingreso muy bajo dado el número de horas que trabajan. Esta tasa alcanzó un nivel de 25.8 por ciento de la población económicamente activa. Una de cada cuatro personas en la fuerza laboral tienen una ocupación de baja calidad. Aquí se aprecia muy claramente lo precario del mercado laboral en México.
Otra clave para entender el impacto de la pandemia en la (des)ocupación es lo que sucede con la población no económicamente activa, es decir, con quienes no están ocupados ni buscan empleo. Esta población se divide entre los disponibles y los no disponibles para trabajar. Los primeros no están buscando trabajo activamente pero sí aceptarían uno si se les ofreciera. Dentro de los disponibles para trabajar estarán las personas que reconocen que será inútil buscar un trabajo en el entorno de recesión actual a pesar de que tienen la disposición de trabajar. Los disponibles para trabajar son el 20.1 por ciento de la población no económicamente activa en el primer trimestre de 2021, mientras que un año antes eran sólo el 14.9 por ciento.
A todo esto, habría que agregar el problema perenne de la ocupación informal en México. La tasa de informalidad laboral en México fue del 55.1 por ciento en el primer trimestre de 2021. Todo lo anterior muestra que, aunque la tasa de desocupación es baja, el impacto de la pandemia en la situación laboral en México ha sido grave y que este impacto ha sido principalmente en términos de un deterioro en la calidad de la ocupación.