Desde el inicio de su campaña en 2016, Trump definió a México como la fuente de muchos de los problemas de Estados Unidos, identificándolo como el origen de inmigrantes ilegales y drogas que causan la muerte de miles de personas. Por ello, propuso la construcción de un muro que terminara con el problema y posteriormente la renegociación del TLCAN, para reducir las importaciones mexicanas y eliminar el superávit comercial que decía que nuestro país tenía de manera injusta.
El éxito de este argumento se entiende mejor al considerar que casi el 90% de quienes apoyan a Trump son asalariados que apenas terminaron la preparatoria, quienes lo escuchan sin cuestionar sus declaraciones. Nadie dijo -al menos no públicamente- que la situación de la balanza comercial de cualquier país refleja las condiciones internas de su economía y no se determina por medio de un decreto o por capricho de un político.
Luego de que los demócratas le negaron los 8,000 millones de dólares que solicitó en el presupuesto del 2018 para la construcción del muro, Trump propuso cerrar la frontera, sin considerar las consecuencias que esta medida traería para la economía de Estados Unidos y que sería una clara violación al TLCAN. Desde entonces, el gobernador (republicano) de Texas, Greg Abbott, ha implementado varios operativos que han retrasado considerablemente el ingreso de camiones con productos mexicanos en territorio texano, la ruta de ingreso de la mayoría de nuestras exportaciones a ese país.
Nikki Haley, quien fuera gobernadora de Carolina del Sur, y Ron DeSantis, gobernador de Florida, los dos principales rivales de Trump para obtener la nominación republicana, apoyan el cierre de la frontera. Incluso, la Sra. Haley se atrevió este último fin de semana a comparar la situación política en la Franja de Gaza con la frontera de México y Estados Unidos para justificar su postura.
Este debate resulta más importante precisamente cuando México se ha convertido en el principal socio comercial de Estados Unidos, desplazando a China y a Canadá. Los productos mexicanos representan el 15.7% de las importaciones totales de Estados Unidos, frente al 13.8% de China y 13.6% de Canadá. Y el comercio total con México -la suma de las exportaciones e importaciones- alcanzó el 16.2% en agosto, resultado de la caída en las importaciones chinas, superior al 15.4% con Canadá y al 10.9% con China.
Cerrar la frontera generaría enormes problemas para toda la economía de Estados Unidos. México es sobre todo un proveedor de productos intermedios, productos que se usan para la producción y que cumplen con las normas que demanda el mercado de ese país, es el principal proveedor de autos terminados y autopartes y es el segundo proveedor de productos agrícolas. Hoy en día, las empresas mexicanas deben cumplir con diversos protocolos de calidad establecidos por las empresas a las que surten y los transportistas con los requisitos de seguridad que exige el Servicio de Aduanas de Estados Unidos para agilizar el cruce fronterizo de las mercancías.
Por otra parte, el debate por encontrar al nuevo presidente (speaker) de la Cámara de Representantes es otra fuente de críticas en contra de México. Los dos favoritos son Steve Scalise (Texas) y Jim Jordan (Ohio), uno de los críticos más acérrimos de Biden y que considera que debe aumentarse significativamente el presupuesto asignado para la frontera. En su calidad de presidente del Comité Judicial de la Cámara, Jordan publicó esta semana un reporte que argumenta que más del 50% de los inmigrantes ilegales detenidos se quedan en territorio estadounidense, el que fue refutado inmediatamente.
Resulta impensable que Estados Unidos cierre la frontera, aunque políticamente es un argumento barato para los precandidatos republicanos, por lo que lo seguiremos escuchando. Los frecuentes retrasos generados en Texas violan el TMEC y han generado pérdidas por miles de millones de dólares para la industria de ambos países. Entonces, ¿qué está haciendo México para ayudarse a si mismo en este caso?