Cada año un sinnúmero de universitarios reciben ofertas para trabajar como pasantes o becarios tanto en el sector público como en el privado. En su mayoría, son trabajos cuya única remuneración es la experiencia en sí misma. Emocionados por romper sus límites y ampliar su horizonte de oportunidades, muchos alumnos aceptan, ignorando el hecho de que, en un sistema capitalista como el nuestro, trabajar por pura experiencia equivale a trabajar gratis.
Es desafortunado que tengamos tan normalizado este tipo de acuerdos en México. La economía mexicana sufre mucho de que tengamos salarios bajos y el trabajo no remunerado es un síntoma de esto. Exigir más es importante. También lo es que tanto el gobierno como las empresas tomen responsabilidad en este sentido y aumenten las oportunidades pagadas y bien pagadas.
Vale la pena tomar un pequeño desvío para señalar que nuestro flamante presidente y su partido están haciendo lo contrario. Apenas esta semana la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados aprobó la sonadísima reforma para que los magistrados y jueces no puedan ganar más que el presidente de la República. Con apoyo de la oposición, por cierto.
En fin, mi objetivo aquí no es criticar a la Cuarta Transformación. Es recordar cuantos problemas en nuestra nación damos por hecho. La falta de oportunidades laborales con remuneración adecuada está lejos de ser el único.
Aceptamos nuestros índices de pobreza y desigualdad como una realidad indiscutible. La falta de agua es importante una vez al año y el resto del tiempo es poco más que un meme. La corrupción se entiende como parte de nuestro modo de vida. La ineficiencia generalizada de nuestros servicios públicos se ignora con la misma calma que el desgaste de nuestra infraestructura. Ni hablar de problemas como discriminación, calentamiento global o apatía política.
Por supuesto no se puede adjudicar esto a un tema cultural o limitado a nuestro país. Sucede en todo el mundo. En la República Democrática del Congo están normalizadas condiciones laborales terribles, la invasión rusa a Ucrania ya tiene más de dos años y hay 115 civiles tomados como prisioneros en Gaza por el grupo terrorista Hamas desde hace diez meses. Por mencionar algunos.
Hay algo natural de normalizar problemas de este tipo: No podemos vivir pensando todo el tiempo en lo que está mal en el mundo. El sentimiento de impotencia es inmenso. Pero una vez cada tanto vale la pena recordar que estos problemas existen, estar informados, influir en la opinión de quienes están a nuestro alrededor y no hacer simplemente como si no existieran.
También podemos presionar a nuestros políticos. En democracia, la idea de que a través de nuestras opiniones y nuestros votos podemos influir en la forma en que nuestros representantes y líderes enfrentan problemas nacionales e internacionales debería de ser algo natural, no la excepción a la regla. Y aunque a veces no parece ser el caso, los políticos en México y el en mundo se aterran ante la posibilidad de que con nuestro voto los dejemos sin trabajo o sin poder.
Hagamos lo posible por no desconocer los problemas que de una forma u otra llegan a nuestros oídos. La normalización es, tal vez, inevitable pero no convirtamos normalización en ignorancia. Aunque no podamos resolver todo nosotros mismos, lo que de este lado del mundo puede ser una estadística en algún lugar puede ser una crisis.
Por cierto, feliz inicio del semestre a quienes no están dispuestos a normalizar lo que está mal en el mundo.
