Escuchar
A veces dedicamos demasiado tiempo intentando encontrar la solución perfecta para una realidad que nos inquieta, olvidando no solo que nos preceden miles de generaciones cuyas experiencias nos llenan de guía y conocimiento, sino también que si nos detenemos a observar con suma atención podremos encontrar nuestra propia realidad, con variables, escenarios y personajes diferentes, claro, pero idéntica en forma y esencia en el baúl de recuerdos y anécdotas que la historia alberga como gemas en bruto.
Es por eso que, a veces, cuando las cosas se ven mucho más complicadas de lo cotidiano, vale la pena visitar y recordar a aquellos cuyas ideas trascendieron ya sea por ciertas o por innovadoras. Hoy nuestro país se enfrenta a un escenario que parece monótono para muchos, pues el caos se ha convertido en nuestra cotidianidad, pero lo cierto es que, en más de un sentido nuestro presente se vuelve cada vez más confuso y nuestro futuro ciertamente incierto.
Una de las muchas cosas que están agudizando esta inestabilidad es la concepción que tenemos del poder y la manera en la que se está aplicando el mismo. Por supuesto que me refiero al poder gubernamental, a la manera de ejercer autoridad; sin duda, es cada vez más difícil lograr visualizar los límites del Estado en su ejercicio del poder, pues mientras la ley se desdibuja, la posibilidad de mandar por voluntad se engrandece.
Sin embargo, cometería un error profundo si únicamente me refiriera a dicho poder, el cual es, en realidad, creado y otorgado. El poder también existe y se ejerce a través de cada uno de nosotros. Es tan común que entendamos imposición como sinónimo de poder, concibiendo así, tradicionalmente, el poder con un aire negativo, que en ocasiones ignoramos el verdadero poder, aquel que es natural, y que es en sí mismo positivo. El poder de hacer, de construir, de cambiar y, más importante, de decidir y ayudar.
Hace unos días me reencontré con estas palabras que Carlos Fuentes plasmó en su obra “La región más transparente”
Si algún valor es valor del hombre, es precisamente el poder, en su acepción más amplia. Cuando el poder ya no es valor, se avecina algo muy grave: su ejercicio, en todos los órdenes, deja de ser responsable.
Valor-poder-responsabilidad son la gran unidad, la que nos liga a unos con otros, con la naturaleza y con Dios. Poder sin valor y sin responsabilidad desemboca en dispersión, en pequeños dioses abismales o en el único dios de una abstracción terrena: la historia, las fuerzas ciegas, la nación escogida, o la mecánica incontrolable. Estamos en el cruce. ¿Cuál vamos a escoger, entre todos los caminos? Sobre todo México, tan cargado de experiencias confusas, de vida contradictoria. ¿Le será posible escoger, escoger su propio camino, o se dejará arrastrar por la ceguera criminal de los escogidos?
Entonces pensé que esa incertidumbre que veo hoy ya fue experimentada antes; en realidad es probable que nunca se haya detenido y que eso que hoy percibimos sea la íntegra extensión de un sentimiento que nació junto con nuestras raíces. ¿Es que alguna vez hemos entendido la responsabilidad que nuestro poder conlleva?, ¿estamos siendo responsables con la manera en la que ejercemos el poder que llevamos dentro? Probablemente en algunas cosas sí, ¿pero en la vida ciudadana estamos siendo conscientes de nuestros valores y responsables en nuestro ejercicio? Probablemente no del todo. Esa responsabilidad es en realidad compleja de definir y puede ser muy distinta para cada persona, pero el primer indicador o paso para regresar a la responsabilidad y al poder como valor es tener interés.
Hemos de tener interés por lo que otros sufren, por lo que otros demandan, por lo que otros necesitan; debemos comprender que sí tenemos el poder de hacer e impactar. Ejercemos poder con la forma en la que actuamos a diario y también en la forma en la que nos involucramos en la vida política.
Hace años ya se escribió, y un México cuyo poder esté desprovisto de valor y sea irresponsable estará condenado al desorden, vacío y radicalismo. Estoy segura de que nadie quiere eso. Comencemos por reflexionar, ¿y yo como ejerzo poder? Una vez que sepamos cómo queremos ejercer nuestro propio poder, sabremos qué tipo de ejercicio queremos y debemos exigirle a nuestros gobiernos.
Este espacio nació para analizar cómo toda decisión política tiene más de un impacto; el poder es la raíz de todas y cada una de esas decisiones. Sin poder no hay realidad, es por ello que me pareció importante que nos detuviéramos un momento, juntos, en medio de tanto ruido, a tener esta reflexión.
Una vez más, los actos de gobierno y las políticas siempre tienen dos caras de la moneda y un impacto más profundo de lo que parece. Te invito a que juntos continuemos este análisis dual.