5 de julio de 2025 3:45 am
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OPINIÓN

El sistema financiero en la mira

Esto representa un golpe a la narrativa de la corcholata mayor, que insiste —como disco rayado— en que México es la envidia del mundo y que aquí todo va más que bien. Incluso llegó a exigir a Washington pruebas...

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Coyuntura económica y algo más

Cuando el dinero sucio pasa por bancos limpios, alguien está mirando para otro lado… o cobrando por hacerlo.

Macraf

Durante mucho tiempo he insistido en este espacio en que uno de los motores más importantes para el desarrollo del país es la captación de inversión, especialmente la inversión directa, ya sea extranjera o nacional. Esa que crea infraestructura y genera empleos, y que por tanto se convierte en una base sólida para hablar de crecimiento económico real.

Pero también existe la inversión indirecta, aquella que entra al país a través del sistema financiero, sin construcciones, sin empleos, pero con efectos importantes en los mercados. México, hasta hace unos días, seguía siendo visto como un país con un sistema financiero sólido, reconocido por el cumplimiento normativo internacional y por brindar cierta confianza a los inversionistas globales.

Eso, sin embargo, acaba de cambiar.

La reciente acusación del Departamento del Tesoro de Estados Unidos contra tres instituciones financieras mexicanas por supuestamente facilitar pagos para la importación de insumos usados en la producción de fentanilo, abre una caja de Pandora. Se trata de una señal de alerta seria. No solo por el señalamiento mismo, sino porque Estados Unidos ya ha abierto la puerta para considerar a los cárteles como organizaciones terroristas. Y este, créanme, es apenas el primer paso.

Esto representa un golpe a la narrativa de la corcholata mayor, que insiste —como disco rayado— en que México es la envidia del mundo y que aquí todo va más que bien. Incluso llegó a exigir a Washington pruebas específicas sobre las acusaciones. Pero ahí es donde conviene recordarle sus propias palabras: si tanto le gusta hablar de soberanía, también debería entenderla. Porque, por ahora, el problema no es la soberanía, sino la credibilidad.

Y si bien ningún sistema financiero está libre de riesgos, el hecho de que se haya señalado a estas tres instituciones genera nerviosismo en los mercados. Si ellas están implicadas, ¿qué impide que haya más bancos en situaciones similares? El caso de HSBC es prueba de que esto no es nuevo: en su momento, el banco inglés fue acusado de lavado de dinero y tuvo que pagar una multa multimillonaria.

El problema se agrava cuando uno revisa los vínculos: Vector Casa de Bolsa fue fundada por Alfonso Romo, empresario cercano a Andrés Manuel y exjefe de oficina en su gobierno. No solo eso: las tres instituciones señaladas obtuvieron cinco veces más ganancias durante el sexenio de AMLO que en el de Peña Nieto. No se necesita ser un genio para notar que hay intereses muy cerca del poder.

Y el impacto no es solo financiero. Esto golpea directamente la confianza internacional en el sistema bancario mexicano y, por ende, pone en riesgo la atracción de nuevos capitales. Inversionistas que buscan seguridad no colocan su dinero en bancos bajo sospecha, y menos en economías donde la narrativa oficial niega los hechos con descaro.

La realidad es que la inversión financiera indirecta puede mover mercados, pero la que de verdad importa es la inversión directa, la que construye, la que genera empleo. Y esa, con este tipo de escándalos, tiene cada vez menos razones para llegar a México.

Porque, digámoslo claro: la narrativa del gobierno está totalmente desconectada de la realidad. Mientras insisten en que todo va bien, la economía se frena, la seguridad se desploma y el prestigio institucional se diluye. Todo ello con un gobierno más preocupado por cuidar el legado de su líder espiritual que por poner orden.

Y si algo faltaba, el “gran logro” del combate al huachicol —uno de los estandartes de la administración anterior— también se vino abajo. El tabasqueño aseguró haberlo eliminado. Hoy sabemos que solo lo administró… y lo toleró. Porque ahora, como entonces, el silencio fue cómplice.

Es duro, pero cierto: necesitamos que venga alguien de fuera a decirnos lo que aquí nadie quiere escuchar. Porque lo grave no es ser ciego… lo grave es negarse a ver.

Así, así los tiempos estelares del segundo piso, de la transformación de cuarta.

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