5 de julio de 2025 3:11 am
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OPINIÓN

El sol universitario: ¿nace en Oriente?

La región con los avances más llamativos en las últimas décadas, en términos universitarios, es sin duda Asia. Países como China, Singapur, Corea del Sur y Japón han impulsado sus sistemas de educación superior...

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Estados Unidos ha visto cómo sus universidades empiezan a ser arrastradas por la polarización política. Durante la administración de Trump se retiraron fondos importantes para la investigación, se desmantelaron programas clave y se endurecieron las políticas de visado, afectando seriamente el flujo de talento extranjero 

Históricamente, las universidades más prestigiosas del mundo han tenido su sede en Europa y Estados Unidos. Las europeas, además de ser las primeras, también son las que dieron origen a tradiciones académicas de las que todos, de una u otra forma, nos hemos nutrido. Basta pensar en Oxford o Cambridge, Lovaina o Bolonia, Salamanca o La Sorbona, y es difícil no entusiasmarse. Las estadunidenses, que surgieron siglos después, crecieron con fuerza gracias a su impulso a la investigación y a su extraordinaria capacidad para atraer a los mejores estudiantes del mundo.

Sin embargo, hoy el panorama se está moviendo. Algunas nubes se ciernen sobre las universidades tradicionales, mientras que en otras latitudes empieza a asomar un nuevo liderazgo.

La región con los avances más llamativos en las últimas décadas, en términos universitarios, es sin duda Asia. Países como China, Singapur, Corea del Sur y Japón han impulsado sus sistemas de educación superior, y esa apuesta empieza a dar resultados. Universidades como Tsinghua, Peking, la National University of Singapore, Nanyang Technological University o KAIST ya compiten sin complejos en los primeros lugares de rankings globales. La combinación de talento internacional, infraestructura de vanguardia y un sistema de investigación sólido está empezando a consolidar una nueva élite universitaria en Oriente.

El caso de Oriente Medio merece especial atención. Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos han realizado inversiones masivas en sus universidades. Instituciones como King Fahd University of Petroleum and Minerals, King Saud University o Khalifa University han alcanzado reconocimiento internacional. Su estrategia ha sido clara: centros de investigación punteros, énfasis en ciencia y tecnología, y colaboraciones estratégicas con universidades de Estados Unidos.

La decisión firme de destacar en educación, avalada por gobiernos, iniciativa privada y académicos, en los señalados ejemplos orientales, está rindiendo frutos observables.

En contraste, Latinoamérica avanza con pasos más inciertos. Aunque hay universidades valiosas y con prestigio, el ecosistema universitario regional sufre por la falta de inversión sostenida, la escasa valoración de la investigación y la fuga constante de talento. Los gobiernos, por lo general, tienden a reducir su apoyo, y si bien es cierto que hay urgencias más visibles —como la pobreza o la inseguridad—, también es verdad que descuidar la educación terminará agravando esos mismos problemas. A corto y largo plazo.

África muestra una realidad diversa. Como región, comparte con Latinoamérica varios retos: inversiones limitadas, talento que emigra, infraestructuras rezagadas. Pero también hay señales de avance. Países como Sudáfrica, Egipto o Nigeria han logrado impulsar proyectos universitarios relevantes. Universidades como la University of Cape Town, Wits o la Universidad de El Cairo demuestran que, incluso con menos recursos, es posible destacar, si existe voluntad de todas las partes.

Estados Unidos, por su parte, ha visto cómo sus universidades empiezan a ser arrastradas por la polarización política. Durante la administración de Trump se retiraron fondos importantes para la investigación, se desmantelaron programas clave y se endurecieron las políticas de visado, afectando seriamente el flujo de talento extranjero. Durante mucho tiempo, las universidades americanas fueron la columna vertebral del desarrollo nacional. Hoy no está claro que ese rol siga garantizado.

¿Será entonces que el futuro del mundo universitario verá más el sol en Oriente que en Occidente? Me parece que sí… y también que no. Los asiáticos tendrían que entender que no basta con dinero y tecnología: también hay que saber formar pensamiento, cuidar el florecimiento humano, valorar aquello que no siempre se traduce en resultados pragmáticos, como el amor al conocimiento. Los europeos y americanos no deberían dejar de invertir en lo que durante siglos les dio fuerza intelectual, cultural y económica: la educación superior. Por nuestra parte, los latinoamericanos debemos comprender —y rápido— que, si no se invierte en educación de manera estratégica, constante e inteligente, nuestro futuro tendrá más sombras que luces.

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