Arturo Damm Arnal
“Poco más se necesita, para llevar a una nación a su máximo grado de opulencia, desde la barbarie más baja, que la paz, pocos impuestos, y una tolerable administración de justicia”. La frase es de Adam Smith y aparece en su libro, de 1776, Una investigación acerca de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, considerado por muchos como el punto de partida de la ciencia económica moderna.
Paz, convivencia civilizada que permita, entre otras cosas, el desarrollo, consecuencia de la división del trabajo, del comercio, cuyo resultado siempre es un bien común: bien porque ambas partes GANAN; común porque AMBAS partes ganan, ya que cada una valora más lo que recibe que lo da a cambio.
Pocos impuestos (easy taxes, en inglés), únicamente los necesarios para financiar las legítimas tareas del gobierno, evitando así la expoliación legal, la violación del derecho de propiedad de los ciudadanos, que se da cuando se cobran impuestos para financiar tareas que, legítimamente, no le corresponden al gobierno.
Tolerable administración de justicia, no perfecta, solo tolerable, solo la necesaria para poder hablar de Estado de Derecho, que es el gobierno de las leyes justas, siendo tales las que reconocen plenamente, definen puntualmente y garantizan jurídicamente los derechos de las personas a la libertad individual y a la propiedad privada.
Centro la atención en este tercer ingrediente de la receta de Smith para llevar a una nación desde la barbarie hasta la opulencia: una tolerable administración de justicia, y comienzo con la pregunta ¿qué es la justicia?
La justicia es la virtud por la cual respetamos los derechos de los demás, respeto que debe ser de los ciudadanos hacia los ciudadanos, del gobierno hacia los ciudadanos, y de los ciudadanos hacia el gobierno. En primer lugar los ciudadanos deben respetar los derechos de los ciudadanos. En segundo lugar el gobierno debe respetar, y hacer respetar, los derechos de los ciudadanos. En tercer lugar los ciudadanos deben respetar, y el gobierno hacer respetar, los derechos del gobierno (por ejemplo: el derecho de cobrar impuestos para contar con los recursos necesarios para garantizar el respeto a los derechos de los ciudadanos).
La administración de justicia no consiste únicamente en que el gobierno castigue a quien viole derechos de terceros y en que lo obligue a resarcir a su víctima. La administración de justicia incluye, además, el que el gobierno no cometa injusticias, que no viole derechos de los ciudadanos.
La tolerable administración de justicia comienza con el gobierno respetando los derechos de los ciudadanos, no cometiendo injusticias, no limitando y no prohibiendo arbitrariamente el ejercicio de la libertad individual y el uso de la propiedad privada, como sucede a menudo, sobre todo en el campo de la economía, algo que se ha vuelto normal, y que muchos consideran hasta necesario para un buen desempeño económico, tal y como sucede, por ejemplo, con los impuestos, que distan de ser bajos, ya que se cobran para financiar tareas que legítimamente no le corresponden al gobierno, tareas que el mismo Smith enunció: defender al país de agresiones de otros países; defender a los ciudadanos de agresiones de otros ciudadanos; construcción de obras públicas: caminos, canales, puentes, puertos; impartición de educación pública. ¿Algo más? Nada más.
De entrada, el que no tengamos pocos impuestos se debe a que se cobran impuestos para financiar tareas que legítimamente no le corresponden al gobierno, por lo que, para empezar, no hay una tolerable, no digamos perfecta, administración de justicia.
