8 de noviembre de 2024 5:03 am
OPINIÓN

Choques sino-estadounidenses

La participación de EUA y China en la Cumbre del Grupo de los 20, comúnmente denominado G20, fue trascendental. Ambos países fueron protagonistas y marcaron la agenda dentro y fuera de los foros oficiales del evento, pero también se percibió una postura ambivalente en las dos superpotencias mundiales…

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Niels Rosas Valdez

En la Cumbre del G20 en Bali, Indonesia, los actuales líderes de Estados Unidos de América (EUA) y China se encontraron frente a frente por primera vez desde hace cinco años. Fue una interesante reunión que permitió mostrar sus posiciones oficiales de gobierno. No obstante, su participación en el evento general de una veintena de naciones evidenció otro interés. ¿Qué se pudo apreciar de las interacciones de ambos países?

La participación de EUA y China en la Cumbre del Grupo de los 20, comúnmente denominado G20, fue trascendental. Ambos países fueron protagonistas y marcaron la agenda dentro y fuera de los foros oficiales del evento, pero también se percibió una postura ambivalente en las dos superpotencias mundiales. Por un lado, la reunión entre Joe Biden y Xi Jinping con sus respectivos grupos de trabajo evidenció dos situaciones en particular.

En primera instancia se observó el interés tanto de Washington como de Beijing por generar una reunión entre sus líderes. Si bien se aprovecha para gestionar encuentros entre representantes cuando se desarrollan cumbres en las que muchos países acuden, este en particular era urgente porque se generaría un diálogo entre los dos países más fuertes del globo, lo que daría pie a continuar la conversación y fomentar el acuerdo en torno a temas que hoy en día aquejan a la comunidad internacional, como lo es la guerra entre Rusia y Ucrania, el cambio climático y la falta de cooperación entre naciones.

La segunda es que cada vez es más evidente que, aunque no lo quiera y no lo acepte públicamente, EUA comienza a tratar a China como su par, algo que las pasadas administraciones en la Casa Blanca se había descartado. Probablemente se había hecho por cuestiones políticas, ya que habría significado reconocer ante el mundo, y por parte de la hegemonía dominante, el ascenso impostergable del gigante asiático.

También es cierto que quizá el reconocimiento de las administraciones en Washington hacia Beijing no se había efectuado de facto en su momento porque el país asiático todavía no había llegado a niveles elevados de poderío económico o influencia política en el globo, elementos pilares para conformarse como hegemonía global. Sin embargo, hoy en día es cada vez más claro el recorrido en al menos estos dos rubros por parte de China.

Ahora, el comportamiento de EUA y China en el G20 mostró una postura ambivalente. Por una parte, las declaraciones que se emanaron en la reunión entre Biden y Xi fueron de cooperación, apertura al diálogo y trabajo en las diferencias entre sí. En conjunto, fueron mensajes cruciales para ambas administraciones, pero también para el globo ante un momento sumamente frágil y de necesidad de colaboración en el escenario internacional.

No obstante, por otra parte, tanto Biden como Xi generaron reuniones con otros líderes del G20 para fortalecer sus alianzas, como lo hizo el presidente estadounidense, y comenzar a gestionar otras, como fue el caso del mandatario chino, quien incluso luego de los encuentros uno a uno, invitó a los gobernantes de Italia, Países Bajos y Francia a Beijing para el siguiente año. Es una acción interesante, puesto que significaría acercarse a países de la Unión Europea, que no sólo ha sostenido una relación más cercana con EUA al paso de los años, sino que mantiene una férrea competencia económica y normativa con China.

Lo anterior significa empezar a acercarse más y más a la zona de influencia de Washington, un movimiento necesario para Beijing para ampliar su presencia en el globo. El hecho de que China lo haya hecho ahora con mayor decisión obedece al hecho de que el gobierno de Xi se ha fortalecido recientemente al haber asegurado un tercer periodo en octubre pasado.

De esta manera, la posición del mandatario es más sólida y podrá conducir la política exterior del país de una forma más libre a sus propios intereses, sin llevarlo a la necesidad de negociar internamente. Es intrigante la forma en que China se desempeñará ahora con un Xi más consolidado frente a EUA, cuyo gobierno acaba de perder la Cámara de Representantes en las elecciones intermedias. Más allá de la cooperación entre hegemonías, resulta más probable que ante la ambición del ascenso chino se presenten más choques sino-estadounidenses en el futuro próximo.

Artículo originalmente publicado en www.lalupa.mx

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